MAMÁ A LO LARGO DE LA VIDA.
Las fechas en que escribo la columna es el Día de las Madres y las reflexiones hacia esta figura son obligadas. Y en este ánimo, he dirigido mi mirada y mi sentir hacia mamá, a lo que representa mamá en la vida de los seres humanos y para un mundo mejor.
Es así que inicié con el recorrido desde que una persona comienza su historia, que es en el vientre de su mamá. Ahí comienza la historia de su vida, y no como hemos pensado, que es al momento de salir de ahí. La madre para bien o para mal, es la persona que mayormente influye en la vida de todo ser humano.
De los cuidados y atención a sus necesidades dependerá su futuro. Porque de la forma como establece el bebé su relación con la mamá, así se formarán sus relaciones hacia adelante. ¡Es increíble!
Necesitamos a nuestras mamás cuando nos estábamos formando en su vientre, para que nos cuidaran, nos hablaran, escuchar su voz, su ritmo, su corazón. La necesitamos para que nos recibiera con amor, con ilusión, y desde entonces sabernos amados, especiales y únicos. La necesitamos para que preparara para nosotros la mejor forma de llegar al mundo, de manera natural, sin violencia y con amabilidad, mostrándonos de esa manera que podíamos confiar en el mundo.
Y al nacer, la necesitamos para que nos recibiera en sus brazos, y encontrar su mirada, para de esta manera continuar en el paraíso que es el mundo de mamá. La necesitamos consciente, fuerte y disponible, para que pudiera saber cuando teníamos hambre, frío, sueño... pero, sobre todo, cuando estábamos tristes, enojados o teníamos miedo.
La necesitábamos cuando a los dos años, que comenzamos a sentir la necesidad de dejar surgir nuestro yo, para que comprendiera que nuestras manifestaciones del berrinche no son otra cosa que la sana indicación de que estamos en el camino del desarrollo y que, a pesar de que nos mostráramos tan enojados, no nos alejara ni nos retirara su amor.
La necesitamos cuando al comenzar a tener curiosidad sobre las diferencias de género, ella pudiera mostrarnos con su ejemplo la maravilla de ser mujer, y el respeto por el hombre, así como para aclarar nuestras dudas sin mojigatería ni prejuicios.
La necesitamos a lo largo de nuestros años de escuela para comunicarnos que lo que hacíamos y lográbamos no era nunca tan importante como lo que somos; que las calificaciones son solamente formas de trabajo escolar que no nos definen, porque nuestra definición es nuestra esencia divina.
La necesitamos en nuestra adolescencia para que nos acompañara en nuestras crisis de identidad y en nuestros sueños de futuro, así como para poder contar con alguien que fuera testigo de nuestro despertar a la sexualidad con amor, comprensión y valentía.
La necesitamos en nuestra primera juventud, para poder intercambiar ideales, proyectos y decisiones importantes, sin sentirnos juzgados, sino siempre acompañados. La necesitamos en nuestra adulta juventud, para que nos reforzara en el acompañar a nuestros propios hijos, y para que, al final, cuando estos hijos abandonen el nido, como lo hemos hecho nosotros, volver los ojos y encontrarnos con ella, de adulta a adulta, con gratitud, pero desde el lugar de hija, en el que podrá encontrarse después, la ayuda que mamá quizás necesitará, cuando sus necesidades no puedan ser cubiertas por ella misma y, entonces, sea ella quien requiera de nosotros.
Hasta que por cuestiones de evolución y naturaleza, ella tenga que partir y nosotros quedemos aquí, con el corazón lleno, listo para pasar a otros lo que de ella recibimos. Porque la vida es así, se pasa de generación en generación, y si hemos de contribuir a un mundo mejor, habremos de ser conscientes de lo que estamos pasando...
Feliz día de las madres.
Autor: Psic. Norma Campos
e-mail: ncampos@allianzacye.com
Madres no hay mas que una
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