Había una vez un ingenioso juego llamado ¡Basta!, todos debían anotar un hombre propio, un apellido, una ciudad o país, un animal, una fruta y un objeto que iniciara con la letra marcada, y es ahí donde ahora, al ver cómo tantas palabras son víctimas de la suplantación de la letra c, y de la q. por la k, cuando me pregunto, ¿Dónde estaba la k cuando más se le necesitaba?
Había una vez en que los días lluviosos eran especialmente propicios para reunirse con uno o más amigos, tomar los cuadernos a los que se les habían quedado páginas útiles... ¡Y a jugar se ha dicho!, no se necesitaría más que lápiz y papel para hacer torneos de gato; conocer quién podía lograr más cuadritos en el timbiriche; ver quien tenía más pericia para unir pares de números sin tocar las líneas de los ya unidos; descubrir quién poseía la destreza de pasar un trazo por laberintos dibujados por los contrincantes, sin tocar raya alguna; o saber quién era capaz de ganar en el Basta.
Como comentamos en un inicio, el juego de Basta, consistía en decir el abecedario, ya fuera lento o de corridito, y al momento en que un jugador indicaba "¡Basta!", a toda velocidad y con la letra más legible posible (para poder salvar escrutinios posteriores), había que escribir en cada tema la palabra que iniciaran con la letra exigida. El primero en terminar gritaba "¡Basta!", y los demás debían soltar el lápiz, hubieran terminado o no.
A cada tema se le asignaba un determinado número de puntos, que se repartía entre quienes hubieran coincidido en la palabra. Ganaba quien lograba más puntos y sobre decirle que sí el abecedario se detenía en la letra K, W, X -o- y todos los jugadores estábamos en problemas.
Cuando tocaba la "k", en la fila de fruta invariablemente iba: Kiwi. Gracias a las enseñanzas de la clase de geografía, o a las del juego del turista, lográbamos salvar ciudad o país escribiendo Kenia. Arbitrariamente convertíamos Kilo y Kilómetro de medidas en objetos, por tal de no dejar vacío el espacio.
Pero era el apuntar nombre propio, apellido y el nombre de algún animal, cuando se hacían unas batallas que ni en la real Academia de la Lengua Española. No faltaba el que aseguraba tener una prima llamada: Karmen. Los que juraban en nombre del Pequeño Larousse que así como Koala comienza con "k", canguro también, y el que destruía estirpes asegurando tener un amigo de apellido Kázares, justificando "es que sus abuelos eran griegos".
Si ya no había ganas de debatir, se aceptaba el argumento bajo un dudoso "Será por eso". Hoy, que sólo con ver algunos mensajes de texto se comprueba cómo cada vez más palabras están siendo mutiladas por quienes suplen la "q" y la "c" por la k, me pregunto: ¿Dónde estaba la "k" cuando más se le necesitaba?.
Cuán fácil hubiera sido anotar Karmen, Kintero, Kuliacán, kanguro, kakahuate, komedor y decir "¡Basta!". Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena.
Autor:
Dra. Marisa Pineda
E-Mail: adosdetres@hotmail.com
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