Lávate los dientes, o lo lamentarás toda tu vida.
Qué fácil… ¡Pero qué fácil parece mantener las
emociones bajo control!, y hasta nos atrevemos a veces a dar consejos a
nuestras amigas: “No seas tonta, no sufras más por ese hombre que no lo
merece”, “Oye, ¿para qué te preocupas tanto si no vale la pena?, ¿Te vas a tirar a matar por esa situación que
ya no tiene remedio?, ¿Para qué lloras tanto?... ¡Te vas a enfermar!, etc.,
Pero no te toque a ti recibir una decepción amorosa, una noticia grave o un
gran impacto emocional en tu vida,
porque por más fuerte y entera que seas, ¡Te tambalearás mujer!.
No importa la profesión, la raza, el credo, la
nacionalidad, país, cultura o sistema de creencias que se tenga, la psique
humana funciona de la misma manera y el mecanismo de defensa siempre es igual
en todos los seres humanos del planeta tierra… ¿Y que algunos tengan una
actitud diferente?, -Quizá sí ayude un poco- y marcará una enorme diferencia,
pero eso no exime a nadie de sufrir tremendos impactos y hasta dolores de
cabeza ante lo inesperado.
Pongamos un ejemplo:
Supongamos que te jactas de ser una mujer precavida y
que toda tu vida has tenido cuidado con el aseo personal de tu boca y te has
sentido muy bien por ello. Te cepillas los dientes después de comer las tres
veces al día, y no tienes nada que temer, ni nada de qué preocuparte. Pero
resulta que al cabo de un tiempo, observas que tu dentadura empieza a ponerse
“blandita” y que debes correr a visitar a tu dentista porque tus piezas
dentales se están empezando a mover, e incluso debes comer con cuidado porque
no sabes qué es lo que te está pasando.
Muy preocupada acudes a tu médico y al revisarte, éste
te da un pase automático con el especialista en Periodoncia e Implantología y
enfermedades en las encías… ¡Te sacudes insufacto! Y pensando mil cosas, en el
camino al Periodoncista te preguntas: ¿Qué está pasando conmigo si nunca he descuidado el aseo de mi
dentadura?, ¿Serán mis hábitos alimenticios?, siempre estoy comiendo a la
carrera, no mastico bien los alimentos, o…
¿será la edad?... ¡Ya paso de los 45 años!, o… ¡Ya cumplí los 50 y más!,
¿Será acaso descalcificación? ¿O qué carajos será?... ¡Esto nomas me faltaba!.
Empieza allí el diálogo interior desesperado, revisas el
pasado en cuestión de segundos, y tu mente también contempla posibilidades en
cuestión de segundos: “Dios mío, qué voy a hacer, ¿Cuánto me irán a cobrar?,
¿Cuánto tiempo me van a tardar?, ¿Dolerá mucho lo que me van a hacer?, ¿Cómo me
voy a ver?, ¿Quedaré molacha?... ¡Qué horror!
El pánico empieza a hacer presa de ti, pero en el fondo
conservas la esperanza de que no todo sea tan grave como parece, sin embargo al
estar frente al especialista en encías, sus palabras te acaban de noquear. Te
ha revisado tus encías y te dice: “Voy a necesitar un estudio maxilofacial
completo”, necesito tomarle 14 placas de radiografías dentales, va a tener que
hacerse estos estudios de laboratorio, en el lugar que usted prefiera… ¡Madre
de mi alma! Son cinco estudios de laboratorio: Biometría hemática, Química
Sanguínea, Plaquetas, Tiempo de coagulación y hasta VIH, ¿Para qué carajos
quiere hasta un estudio de Sida?, te preguntas ya molesta y hasta enojada con
el médico o hasta contigo misma.
Pero eso no termina allí, ya tus manos se saturaron de
ordenes médicas y encima todavía el periodontólogo te dice: “ ¡Ah, y por favor de paso, necesita ir al
depósito dental y comprará este material que vamos a necesitar”: ¿Un Kit completo de limpieza dental?, ¡Esto
es el colmo!, como si yo no tuviera mi cepillo dental, mi pasta y hasta mi
enjuague bucal… ¡Pues no basta! Y veremos por qué:
Desde niñas(os) crecimos con la idea de que lavarse los
dientes evitaría caries e infecciones y hasta te lo repiten en casa, en la
escuela y en los libros de texto: “El aseo de tu boca garantizará tu dentadura
sana… dientes sanos, vida sana”. ¿Pero te enseñaron acaso cómo lavar tus
dientes?, ¿Te dijeron acaso la forma cómo manipular el cepillo dental de arriba
hacia abajo por ambos lados?... ¡Y cepillarlos hasta las encías! ¿Verdad que
no?. ¿Te enseñaron acaso a cepillar tu
lengua y retirar con otro cepillo especial, las bacterias allí
acumuladas?, o bien… ¿Te enseñaron que
el complemento de todo ese ritual de limpieza, debería ser complementado con el
hilo dental y con la famosa pastillita que detecta las colonias de bacterias
que no cepillaste bien?, seguro que cuando terminaste de hacer el aseo ya no te
quedarán ganas de volver a comer nada en todo el santo día.
Molesta la mujer se lo comunica abiertamente a su
médico: “Oigame pues al paso que iré, nomas voy a hacer una sola comida al día,
porque el resto me la pasaré limpiando mis dientes y mis encías… ¡Ah!, pero el
médico le responde: “No; yo no le voy a prohibir nada, puede comer lo que desee
y a la hora que desee, pero recuerde que cada vez que coma algo, un dulce, una
galleta, un panecillo, un café o un té, deberá limpiar nuevamente su dentadura
tal como se lo estoy enseñando”… ¡No pues así por las buenas, hasta voy a bajar
de peso! –Se queda refunfuñando para sí misma, la pobre mujer espantada-
En fin; entre los estudios de laboratorio, el estudio
de maxilofacial completo, las placas de radiografías dentales, la compra del
kit de limpieza dental…. ¡Y las dos consulta médicas!, allí se le fue toda la
quincena a la pobre mujer que aún no empieza el tratamiento, y cuando su médico
le informa cuánto le costará dicho tratamiento que consiste en cinco cirugías y
dos implantes provisionales… ¡Casi le da un infarto!, y eso que todavía falta
ir por el presupuesto del otro médico llamado Protesista, el cual deberá
dictaminar cuáles piezas dentales salen y cuáles deberán salvarse… ¡Del puro
susto a la mujer ya le dio taquicardia
depresiva! Y ahora hay que hacer cita con el cardiólogo… ¡Para variar!, creo que
sería mejor darse un tiro o quedarse muda todo el fin de semana, tratando de
asimilarlo… ¡Confía en ti, confía en la
Ley de Atracción! –le dice alguien- tú estás bien y estarás mejor, anímate,
trata de comer algo para que tengas fuerzas:
“¡NOOOOO, NO TENGO HAMBRE! y encima los dientes se me van a volver a
ensuciar”… Caray, ¡Terminas toda paranoica!
¿De qué te dan ganas?, de no volver a abrir la boca en
toda tu vida, ¿Qué remedio?... Te tienes que volver a lavar los dientes... ¡Y
con todo y encías!, o lo lamentarás el resto de tu vida. ¡Ah, y no olvides
lavar los cepillos con bastante agua y con jabón!. Eso es todo.
Con mis respetos y cariño siempre,
Psic. Dora Lidia Pérez Rochín (Doral)
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