Greta, la lesbiana.

Greta, la lesbiana.

A lo largo de mi existencia amigas queridas, esta humilde servidora de todas ustedes, ha escrito muchísimos mensajes, recados, artículos, bosquejos de poemas, cuentos, historias de amores, desamores y cartas, etc., de mil maneras y dirigidos a distintas personas que he conocido con los años, y que de alguna forma y por alguna poderosa razón de Dios, han tocado mi vida. Pero nunca en toda mi vida, había recibido yo una sola carta que tocara tan íntimamente las fibras de todo mi ser.

La carta me emocionó, no por la forma que utilizó quizá Greta (la consignataria de esta carta) para dirigirse a mi persona, sino por el contenido profundo de su desesperado y desgarrador mensaje:

“Sra. Doral, soy una admiradora de su página de mujeres, leo todo lo que allí escriben, pero no puedo participar aunque quisiera, por una simple razón: “no quiero causar problemas ni convertirme en una piedra de tropiezo o escándalo”.

Soy una mujer profesional del derecho jurídico, civil y penal, trabajo para una barra de abogados de mi país, cuido mucho mi prestigio personal, profesional y mi ética siempre ha sido el respeto por los derechos ajenos, poniéndome eso a veces en la balanza por el sacrificio de mis propias emociones y preferencias sexuales.

Tengo treinta años Sra. Doral, y desde los 13, descubrí que me atraían mucho las mujeres, yo luché mucho con esos pensamientos y me castigaba para dominarlos pero era inútil, los hombres no me llamaban para nada la atención. Hablé en aquel tiempo con muchas personas que me condenaron sin escucharme cuando yo misma les confesé que era lesbiana y me apartaron de sus vidas como si yo fuera una “cosa apestada”.

Mis padres me corrieron de la casa cuando me encontraron en estado inconveniente con mi prima (era yo una niña, eran mis primeros retos de adolescencia). Mis compañeras de la secundaria me negaban su compañía y me lastimaban gritándome: “Vete de aquí machorra”.Sufrí mucho desde entonces en que he tenido que enfrentarme a un mundo injusto de discriminación e incomprensión.

Desde los 15 años tuve que buscarme la vida por mi propia cuenta, allí conocí el frío, los maltratos y el hambre de la calle. A los 20, me tocó vivir una semana bajo un puente, allí me drogaron y me violaron después de golpearme y robarme. Decidí irme a vivir a una casa de estudiantes en donde nació mi bebita, producto de aquella violación. Nunca conocí a su padre, y qué bueno porque no sé de lo que yo hubiera sido capaz.

A partir de ese momento tuve que sacrificarme doble para que a mi beba no le faltara nada y continuar con mis estudios. Nunca volví a saber nada de mi familia, pues no se presentaron ni siquiera a mi graduación, sólo Dios sabe lo que sentí con ese nuevo rechazo y también por no querer conocer ni siquiera a mi niña.

Al año de nacimiento de mi hija, conocí a una chica de la cual me enamoré profundamente y ella me correspondió, conoció a mi hija y se encariñó mucho con ella, me confesó que se había metido con varios hombres para ver qué sentía pero nadie le hizo sentir lo que yo le inspiraba. Decidimos irnos a vivir juntas y mi hija ahora tiene un hogar. Quizá no será el mejor hogar ni el más adecuado para ella, pero sí el más feliz.

Mi pareja es una buena madre para mi hija, a ambas nos llama “mamá”, pero no sé qué pasará el día de mañana si mi niña podrá entender sin juzgarme por lo que me pasó. Y le escribo Sra. Doral para que me aconseje qué debo hacer, pues quienes me conocen, me dicen que debo separar a mi hija de nuestro hogar para que no siga los mismos patrones ni ejemplos que está recibiendo, pero por nada ni por nadie me separaría de ella, es mi tesoro de oro, es una niña muy amorosa inteligente, educada y apegada.

Pero también pienso: ¿Será justo para ella cuando vea que soy yo “el macho” de la mujer a la que ella aprendió a llamar: “mamita”, sabiendo que fui yo misma quien la trajo a este mundo?.Le agradeceré su respuesta por favor agradeciéndole anticipadamente su comprensión y apoyo. Su amiga, Greta “La Lesbiana”…”

La confesión final de esta mujer amigas queridas, la sentí como un grito desesperado, un gemido ahogado que quién sabe por cuánto tiempo estaría reteniéndolo en su garganta, y me gustaría de todo corazón, que entre todas nosotras pudiésemos orientarla sobre su situación tan angustiosa y confusa por la que ella ahora atraviesa. Sé que la opinión de todas será muy valiosa para ella, y yo os pregunto con todo el respeto que vosotras merecen: ¿Qué hubieran hecho ustedes en su lugar?

Espero sus valiosos comentarios
Con mi cariño y respeto siempre,
Doral.