viernes, 28 de octubre de 2011

Mujeres estresadas



Mujeres estresadas


Una de las aventuras más audaces de la mujer de hoy y de todos los tiempos, es pretender resolver sus conflictos dejando a veces un montón de asuntos inacabados o inconclusos, y de paso hacerse cargo de los conflictos ajenos, sobre todo los de su familia.

La madre protectora que quiere siempre resolver los asuntos privados de sus hijos, la hermanita querendona que le lava y le plancha la ropa a sus hermanos varones, la tía metiche que se pasa la vida dando consejos que muchas veces ni le piden. La abuela autoritaria que quiere que todas las cosas se hagan a su modo, la amiga “fiel” que en todo se mete, etc.

Todo ese mundo enajenante de actividades, propias y ajenas, coloca a la mujer en una posición de “Salvadora”, de “Defensora”, de “Redentora”, de “Bienhechora”, de “Sostenedora”, de “Emancipadora”, etc. Pero habría que ver, ¿Porqué lo hace?, ¿Qué intencionalidad lleva inmersa esa conducta siempre tan sacrificada, ¿o debo decir obligada?

¿No será que en el fondo, la mujer trata de demostrar algo o quizá muchos “algos” que ni ella misma logra entender en ocasiones que no sabe qué hacer ni cómo funcionar en ningún aspecto de su vida?. Su vida por supuesto se vuelve complicada, acelerada, nerviosa, impaciente y hasta impotente cuando algunas situaciones se le salen fuera de su control, lloran estas mujeres y se desesperan: "¿Porqué no puedo cambiar mi vida?, y vaya que la pregunta es muy interesante y válida. Pues no pueden cambiar su vida, porque siempre giran alrededor de los mismos estilos y hábitos de vida. ¿Cómo pretender entonces resultados diferentes?"

La pregunta es válida, pero la respuesta final no radica en refutar la naturaleza fuerte de la mujer en general, que gira en torno a todo lo que ella hace por sí misma y por los demás, sino su falta de ubicación, su falta de saber canalizar la fuerza de sus emociones, el lugar importante que merecen tener sus esfuerzos y superesfuerzos constantes y repetidos, en vez de devaluarse cada vez más.

Pero resulta que en vez de sentirse satisfecha, la mujer se queja de que “no la toman en cuenta”, de que “no le valoran sus esfuerzos”, “de que nadie tiene para ella, un detalle siquiera en agradecimiento”, “Que todos la manipulan”, “Que todos abusan de su confianza”, "Que todos la utilizan", “Que está cansada de hacer favores y que todos se aprovechen de ella”, “Que cuando ella necesita ayuda, todos le dan la espalda”, etc. O sea, ella misma ha permitido que otros “abusen de su buena fe” o quizá de su nobleza, o como se le llame ese “Don” de siempre dar y dar todo lo que ella tiene… ¡Y darlo a manos llenas, sin dejar a veces nada para ella misma!

Aquí es muy importante detenernos a reflexionar un poco sobre esos sentimientos que revolotean en el corazón de la mujer: El deseo de siempre dar, o darse a los demás. Ella se siente contenta cuando lo da todo y mira sus manos vacías, como esperando volver a verlas llenas para volver a dar. Pero a veces esos sentimientos regalones, alcanzan tal poder depresivo que llegan a convertirse en psicosis consiguientes al momento de volver a quedarse sin nada.

Surge el cansancio, la desatención propia, el abandono o desamparo emocional, el hambre de estímulo, de palabras de aliento, de caricias en el alma y en la piel, y eso es apenas normal en quien a base de tanto dar, ya le salieron callos en las manos y callos en el corazón. La mujer cansada necesita amor extra, del mismo modo que su cuerpo necesita vitaminas y proteínas extras y allí es donde se necesita la presencia de la familia. Pero cuando ésta, está acostumbrada sólo a saquear como ave de rapiña a la “madre”, a la “hermana”, “a la tía”, “a la abuela” o a la mujer que se le cruce por su camino, pues va a ser muy difícil conseguir el tan ansiado estímulo por parte de los suyos, y quizá la mujer se decida a tirar la toalla o a buscar esos estímulos en otras personas.

Y en el último de los casos convendría mejor hacer un alto en el camino, sentarse por un momento a pensar: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿En qué gasto y desgasto mi tiempo? ¿Porqué no me valoro más a mi misma?, ¿Porqué no bajo un poco más mi ritmo de trabajos y esfuerzos? ¿A quién le importa mi salud y cómo me siento?... Por favor… ¡Ya Basta!

Ya es hora de que piense tantito en mí; yo también me canso, yo también sufro, yo también necesito que me apoyen, que me apapachen, que me quieran, que me mimen, que me atiendan, que se preocupen por mí… ¡Ya me cansé de ser la mujer fuerte que todos aprovechan a su manera! ¿Y yo qué?... ¿Qué clase de mujer soy? ¿Porqué no tengo compasión primero de mí?.

Suena cruel decirlo de esta manera, o quizá un poco egoísta o vanidoso, pero aquí y ahora se trata de ver la realidad tal cual es, sin mezclar sentimientos, porque si no lo hacemos así; más pronto de lo que canta un gallo, como mujeres regalonas nos haremos candidatas seguras para habitar en un hospital psiquiátrico. Eso es todo.

Con mi respeto y cariño siempre.

Doral.

2 comentarios:

  1. El problema de la mayoría de las mujeres es nuestro complejo de victima, andamos por la vida como ambulancias rescatando a todo el mundo...como todo un arsenal interno para sufrir y no asumir nuestro poder personal...

    Es más fácil parecer "buenas" que asumir el poder de la bruja sabia que reside en todas... obviamente Doral manifiestas tu sabiduría... gracias por compartirla, un fuerte abrazo para ti!

    Con amor...Luz

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  2. HOLA LUCESITA AMIGA;

    Muchas gracias por tu valioso comentario amis querida, una placer tu visita en nuestra casita virtual, por allá estaremos pronto en tu sitio disfrutando de tus reflexivos y brillantes artículos tan hermosos como tu luz propia.

    Disculpa que entre como "anónimo", pero algo pasa que blogger no me reconoce como administradora de este sitio, jeje, te digo: Me castigaron, jajaja, tengo días esperando que se acuerden de mí, pero igual, seguiremos esperando que este error técnico se corrija.

    Gracias porestar aquí mi bella santa. Te recuerdo con mucho cariño.

    Doral.

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Trate de no escribir en mayúsculas por favor, a parte de ser de muy mal gusto, da la impresión de estar gritando. ¡Gracias por su comprensión!


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