Perdonar y ser perdonados
De una u otra forma perdonar y ser perdonado forma parte de nuestras vidas.
Perdonamos a quien nos ha hecho algún daño y nos produjo sufrimiento, y nos sentimos aliviados, en el momento que nos perdona alguien por haberle infligido algún perjuicio.
La ira, el resentimiento, la aflicción, la amargura, el rencor y el desengaño generan estrés e impactan la salud del ser humano. El sentimiento de culpa además.
Cuando las personas recuerdan un episodio de desdicha o agravio aumenta la presión arterial, el pulso y el tono muscular. Entretanto que al perdonar o sentirse perdonado, además de recuperarse los estándares normales de salud, las personas se sienten calmadas y tranquilas.
Distintos autores han encontrado que después del perdón, personas que habían padecido de dolores de espalda, nauseas, insomnio, pérdida de apetito, dolores de cabeza, entre otros síntomas, dejaron de percibirlos.
Perdonar es sanarse, una cura tanto psicológica como físicamente, es desarrollar las paces con uno mismo.
Desde un punto de vista religioso, ser perdonado es vital para vivir en “estado de gracia”. En el Budismo, el perdón representa verter a un lado los pensamientos negativos que dañan nuestro cuerpo. Vivir con odio y sentimientos de venganza nos hace hacer una personalidad distinta a lo que somos, basada en el dolor, la angustia y el desconsuelo. Como alternativa, el Budismo nos invita a vivir con amor, amabilidad, tolerancia, compasión y ponderación.
Los seres humanos no somos perfectos y tenemos dos opciones: O vivimos asentados en los defectos, el rencor y los errores, o crecemos fundamentados en los aciertos, el amor y el perdón. Nuestros padres poseen virtudes y fallos. Si no perdonamos sus errores, no veremos sus bondades y estaremos frustrados. Igual será con nuestros hermanos, parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo.
De igual manera, debemos perdonarnos a nosotros mismos. Muchas veces no reconocemos nuestras propias faltas puesto que no sabemos perdonarnos. Pero en el fondo, la culpa pasa a formar parte de nuestras vidas, afectando nuestro comportamiento. Nos endurece y podemos lastimar a los demás. En ocasiones, puede sumirnos en tristeza y depresión. Perdonarnos a nosotros mismos es admitirnos como somos. Con los bueno y lo no tan bueno.
Para perdonar y perdonarnos debemos desarrollar un inventario del daño que nos produjeron. Asimismo, revisar lo que hicimos que haya perjudicado a otros.
Acéptese y perdónese, y luego perdone a quien le provocó dolor. Piense que al igual que Usted, además merece una oportunidad. Si lo requiere, busque ayuda profesional.
Perdonamos a quien nos ha hecho algún daño y nos produjo sufrimiento, y nos sentimos aliviados, en el momento que nos perdona alguien por haberle infligido algún perjuicio.
La ira, el resentimiento, la aflicción, la amargura, el rencor y el desengaño generan estrés e impactan la salud del ser humano. El sentimiento de culpa además.
Cuando las personas recuerdan un episodio de desdicha o agravio aumenta la presión arterial, el pulso y el tono muscular. Entretanto que al perdonar o sentirse perdonado, además de recuperarse los estándares normales de salud, las personas se sienten calmadas y tranquilas.
Distintos autores han encontrado que después del perdón, personas que habían padecido de dolores de espalda, nauseas, insomnio, pérdida de apetito, dolores de cabeza, entre otros síntomas, dejaron de percibirlos.
Perdonar es sanarse, una cura tanto psicológica como físicamente, es desarrollar las paces con uno mismo.
Desde un punto de vista religioso, ser perdonado es vital para vivir en “estado de gracia”. En el Budismo, el perdón representa verter a un lado los pensamientos negativos que dañan nuestro cuerpo. Vivir con odio y sentimientos de venganza nos hace hacer una personalidad distinta a lo que somos, basada en el dolor, la angustia y el desconsuelo. Como alternativa, el Budismo nos invita a vivir con amor, amabilidad, tolerancia, compasión y ponderación.
Los seres humanos no somos perfectos y tenemos dos opciones: O vivimos asentados en los defectos, el rencor y los errores, o crecemos fundamentados en los aciertos, el amor y el perdón. Nuestros padres poseen virtudes y fallos. Si no perdonamos sus errores, no veremos sus bondades y estaremos frustrados. Igual será con nuestros hermanos, parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo.
De igual manera, debemos perdonarnos a nosotros mismos. Muchas veces no reconocemos nuestras propias faltas puesto que no sabemos perdonarnos. Pero en el fondo, la culpa pasa a formar parte de nuestras vidas, afectando nuestro comportamiento. Nos endurece y podemos lastimar a los demás. En ocasiones, puede sumirnos en tristeza y depresión. Perdonarnos a nosotros mismos es admitirnos como somos. Con los bueno y lo no tan bueno.
Para perdonar y perdonarnos debemos desarrollar un inventario del daño que nos produjeron. Asimismo, revisar lo que hicimos que haya perjudicado a otros.
Acéptese y perdónese, y luego perdone a quien le provocó dolor. Piense que al igual que Usted, además merece una oportunidad. Si lo requiere, busque ayuda profesional.
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