"OTORGASELO A ELLA"
En la inmensa catedral ante un Cristo negro rodeado de veladoras instalado en el gran altar; me arrodillé dispuesto a contarle mis pensas a Él:
"Señor...
He pecado mucho de pensamiento, palabra y obra, me hace falta tu perdón. Dame fuerzas para no caer, perdido en la tentación. Quiero ser hombre bueno para ayudar al desvalido, ser justo con mis semejantes, por eso deseo tu presencia, conmigo en todo instante.
Señor...
Por favor te pido, salud para todos los míos, mejores beneficios en el trabajo, que pueda yo ganar más dinero y que no falte nunca nada en mi hogar.
De pronto, al recinto penetró una mujer de humilde condición con lágrimas en los ojos y, cubriendo a un niño entre sus brazos, se hincó junto a mí:
Diosito...
Dame pan pa'mis hijos ya ves, no tenemos nada pa'comer, tengo al Juanito enfermo... anda, dame lo que te estoy pidiendo, anda Diosito, no seas malito. No tengo padre ni madre, ahora, pos mi viejo... ay, mi viejo... ¡hummm! ese desobligado hace mucho que se fue, por eso te vengo a ver y , tú lo sabes... con mucha fe. Ta' escaso el trabajo, el jacal se me viene pa'abajo; mis animalitos, pos, están muriendo y ¿yo?, pos ya ves lo probe que estoy que, de hambre me ando cayendo. No ti'nojes conmigo Diosito santo, total pos' que si no vengo a verti, es qui ni puedo, pero ahí en mi jacalito ti tengo, y bien que los sabes, cómo te quero.
Ayúdame Diosito, manque sea de sirvienta quero trabajar, no seas así, mira: de lo que gane ti compraré florecitas, una veladora ansina de grandota y una caja de velitas, o ¿Qué queres? ¿Qui ande rodando ansina como ansina por toda la ciudá, pa' que los hombres mi confundan? No, no, soy "probe" piro dicente y no de esas mujeres qui abundan: ¿Qué pasó? ¿sí?.
Ay Diosito, si al Miguelito ti lo llevaste, la Juana, Pepe y la Lucha no tienen ropa ni zapatos, ya mi jacal ta'lleno de goteras, ya he sufrido muncho, ¡Anda! ayúdame a ganar unos cuantos pesitos ¿si?. Gracias Diosito. Ya te reíste, sé qui mi vas a ayudar, gracias... Cumples conmigo ¿eh? mira, no te vaigas a olvidar porque me enojaré contigo.
La mujer se santiguó al hacer una reverencia, apresuradamente se levantó y con pasos ligeros, abandonó la iglesia.
En ese instante pensé el egoísmo que había en mí, al pedir algo que me sobraba y, al ver de frente al Señor, sentí que mi alma se avergonzaba: ¡Dios mío! qué insensato he sido, por favor suplico tu perdón al reconocer mi gran error y, te ruego escuches a esa mujer, su implorante petición. Para mí, es insignificante lo que ella quiere, por tal razón, te suplico no me concedas lo que te he pedido y, ¡por favor!... Otórgaselo a ella".
Fuente:
www.revistavidaeterna.com
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