Aprendizajes de un duelo.
"No entiendo porqué sigo así, sumida en mis recuerdos, donde tu sombra y la mía, siguen reflejando las huellas (aún frescas), de un camino maravilloso del ayer, lleno de luz, de fuerza, de entendimiento, de compatibilidad de caracteres, de un constante estar juntos, sembrando palabras, miradas, caricias, sensaciones... ¡Tus labios, los míos; oh Dios... Un sueño de amor eternizado!, pero sueño al fin, que aún terminado, el alma... en mi lenta agonía, se niega a renunciar a la esperanza, tras las cortinas de mi cielo oscuro, crespón, por el dolor nublado.
No sé donde estás, pero segura estoy de que si yo acercara mis oídos a la tierra, escucharía tus pasos, ¡Los reconocería a miles de kilómetros, en la distancia geográfica!, así como las esporas del viento me traen aún el eco de tu voz y también el de tu pensamiento. Sé lo que piensas, sé lo que sientes, porque tú me enseñaste a percibirte en el baibén de mis horas grises, como si fuesen hojas, mecidas por el viento, o quizá deba decir, mecidas por el tiempo.
¡Tantas veces te dije: "Quiero verte"... ¡Sólo éso!, y efectivamente no pedía más, fui sincera contigo y lo fuí con mi propio sentir. Pero no cabe duda de que la mujer propone, y es Dios quien dispone, ¡No fue posible ya nunca más!, una lágrima y ¿porqué no? muchas más... inundaron mis ríos de soledad, donde he ido muriendo ahogada cada noche en mi llanto al recordarte, no sé hasta cuándo, ¿Cómo se puede arreglar un corazón que tiene fugas?
O tal vez lloro por mí; por esta pobre loca (piltrafa humana), con cara insensible de mofa pasiva e indolente, maquillando una sonrisa que está muy lejos de sentir ¿Qué culpa tiene todo el mundo, de lo que un ser del mundo me hizo a mí?. ¡Te amaba! y tú lo sabías, ¿Qué derecho tenías a lastimar mi corazón que era tan tuyo?
Quebraste en deslealtad todo el tronco de mi ser, mil astillas sucumbieron, destrozando mi atormentada razón, y en mil pedazos, volaste mi corazón, sé que va a pasar mucho tiempo para que yo lo pueda volver a juntar, ¡No te culpo!, su juventud te cegó, ¿Y quién soy yo para impedirlo, para juzgarte o condenarte?
No importa pues lo que pase ya ahora, o dejase de pasar mañana, yo sólo sé que algo muy grande se rompió dentro de mí, y que lo sepas o no; en nada cambia mi propia suerte, ¿Qué cosa ha de extrañarme si al mundo vine a aprender con dolor?, lecciones me diste en vida... ¡Y yo te pagué con mi honor!"
La anterior, es una carta común, arrancada de un viejo diario, guardado en girones, y pocas veces escrita, con tanto amor en la distancia, el tiempo y la eternidad. La protagonista ¿Qué importa su nombre?, pudo haber sido tu historia amiga lectora, o la de cualquier mujer, pues cabe preguntarse: ¿Cuántas mujeres del mundo, son capaces de atreverse a hacer de sus duelos, un tropiezo de enseñanza?
Aprender de un duelo significa haber aprobado exitosamente un curso de dolor, de nosotras depende repetir o nó ese curso. Estancarse en una materia es perder el tiempo miserablemente, o repetir la misma materia dos o tres veces ya es algo patológico y mejor fuese colgarse una piedra al cuello y tirarse en medio del océano.
¿Pero cómo se aprende de un duelo?, veamos:
Cuando se sufre todo es despacio, todo es más lento, pareciera que el tiempo se detiene y que la vida misma pierde todo sentido; se gira alrededor del mismo círculo vicioso: Pensar, llorar, lamentarse inútilmente y sentirse la mujer más miserable del mundo. El dolor de perder lo que más amamos, se vuelve sordo, ciego y enmudece la voz, se entorpecen los sentidos, no tienen ganas de hacer nada, los alimentos pierden el sabor, el sueño se toma sus vacaciones, o se transforman en ansiedad, melancolía, añoranza, tristeza y depresión. El alma empieza a padecer de anemia espiritual, el corazón se enferma, al grado de las lágrimas, y el consuelo no llega ni se le ve por ningún lado.
Todo pareciera que es difícil porque lo hacemos difícil, ¿Pero qué tal si lo hacemos fácil?, veamos:
Es digno reconocer que cuando se atravieza por uno o varios duelos a la vez, ni el tiempo se ha detenido, ni la vida ha perdido su sentido de vivirse. Es la actitud "negada" ante un gran dolor, lo que muchas veces impide aceptar la realidad. Algunas mujeres prefieren evadirse de esa realidad para no sufrir, otras la posponen, y otras pocas la afrontan tal como es, sin mezclar sentimientos.
Está demostrado hasta la saciedad que la costumbre es un factor que siempre estará al acecho, impidiéndo momentáneamente el avance de todo cambio que queramos hacer en el cotidiano vivir, cuando intentamos desprendernos emocionalmente de una costumbre, obviamente que aparecerá el apego reclamando sus derechos a la supervivencia y eso es normal, ¡duele despedirnos y desprendernos de algo o de alguien!, ¡Por supuesto que duele y a veces mucho!, pero...
Si hemos de ver objetivamente la esencia que caracteriza a las situaciones, o mejor dicho, ver la dimensión real de las cosas, de lo que está sucediendo y analizar detenidamente todos los factores o variantes que intervinieron o contribuyeron para que tal situación se diera así, de esa forma tan inesperada y dolorosa, nos daremos cuenta de que no hay tal gravedad en lo que nosotras creíamos que sí la había, que lo único que duele es precisamente la costumbre, el apego, la forma, la confianza y el valor que nosotras mismas pusimos en nuestra labor, o quisimos darle a esa persona, lugar, tiempo, espacio o situación vivida. Tenemos que darnos cuenta que detrás de todo eso, hay algo más...
Que lo que realmente nos duele no es la situación, persona o cosa que nos falló, sino el entusiasmo, el impulso, o mejor dicho la pulsión, la fuerza y la energía, que pusimos en la construcción de esos esquemas mentales que ahora nos están aplastando, nos están debastando en el propio desaliento, pero no pasa nada, el cielo no nos vá a aplastar con la tierra, ni nadie se va a morir porque algo o alguien nos haya fallado, e incluso no pasa nada, ante la muerte misma de un ser querido aunque nos duela hasta el tuétano de los huesos... Pensemos que por algo suceden todas las cosas, que todo tiene una causa, una razón de ser, que nada existe por casualidad sino por una causalidad, y que ni una sola hoja del árbol se mueve sin la voluntad de Dios.
Os invito pues, a que aprendamos juntas a tener más y mejor visión, más asertividad, más amplitud de criterio, más voluntad y más fe: "Nadie pertenece a nadie", ni somos pertenencia ajena de nadie, ni nos pertenece nada transitorio y pasajero a nosotras... si acaso, cada quien a la postre, se vive a sí misma. ¿Quieres amar y ser amada mujer amiga?, ama y déjate amar, pero recuerda que tú y nadie más que tú, eres la responsable de todo lo que de buena fe das, (a veces en cantidades estratosféricas sin dejar nada para tí), o te permites recibir de los demás. Cuida siempre que a tu cántaro nunca le falta el agua nueva, el agua de la alianza contigo misma y por consecuencia; con tu propia alianza eterna que por siempre le debes a Dios. Eso es todo.
Con mis respetos y cariño siempre.
Doral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Trate de no escribir en mayúsculas por favor, a parte de ser de muy mal gusto, da la impresión de estar gritando. ¡Gracias por su comprensión!