¿Eres una mujer cautiva de tus deseos?
La mujer, con su naturaleza helénica, romántica y soñadora empedernida, guarda celosamente siempre sus sueños heraldos para sí misma, pocas veces los comparte, no los presta ni mucho menos los regala, en cambio a veces los deposita en su diario. ¿Tú tienes un diario?, muchas mujeres lo tienen, pero otras prefieren escribir sus deseos en lo más íntimo de su corazón y de su pensamiento. Los sentimientos se convierten entonces en cómplices secretos de la mujer que suele convertirse a su vez, en cautiva de sus propios sueños y hasta de sus quimeras.
Este tipo de mujeres, pocas veces en su vida saben disfrutar sus experiencias cumbre, porque siempre están en alerta, como vigías en épocas de guerra, a la espera de algo más grande, más delicado o irremplazable. Esto es como vivir llenas de inconformidades, insatisfacciones o ambiciones desmedidas que de manera muy íntima afectan de alguna manera, con una fuerza descomunal, la estabilidad emocional de la mujer, exaltando incluso todos sus sentidos.
Pero la verdad de las cosas, es que la mujer en tales circunstancias no se da cuenta de su esclavitud oscura: Risas, sorpresas, emociones diferentes se pueden percibir en su trato amable, pero nadie sabe lo que ella carga tras esa máscara. Cosas que muchas veces pasan desapercibidas para cualquiera, pero que para ella misma, en soledad toman en su momento otra dimensión... ¡La de su imaginación!
Se trata entonces de entender que una mujer que vive de manera improvisada, atrapada por sus deseos de ser, de querer, de tener, de atraer, de manipular incluso para obtener lo que se desea, es una mujer incompleta, fragmentada, dividida en pedazos. No quiere otorgarse el derecho de sentirse integral, porque siempre está soñando con algo que quizá ni existe:
"Cuando sea grande voy a sentirme feliz", y cuando llega a grande dice: "Voy a ser feliz cuando me gradúe", y cuando se gradúa dice: "Voy a ser feliz cuando me case" y cuando se casa dice: "Voy a ser feliz cuando tenga hijos", y cuando llegan los hijos dice: "Voy a ser feliz cuando tenga un automóvil", y cuando el marido le compra su automóvil dice: "Voy a ser feliz cuando me cumpla mi deseo de hacer el viaje de mis sueños", y cuando realiza el viaje de sus sueños dice: "Me sentiré plena y satisfecha cuando regrese a mi casa", pero resulta que cuando llega a su casa... ¡Dios mío! ya está maquinando nuevas y más necias fantasías. ¿Entonces quién la entiende?
No es malo por supuesto tener fantasías, pero no someterse a ellas porque se corre el riesgo de terminar siendo una mujer cautiva de los deseos que pueden acarrear muchas frustraciones cuando esos deseos no pueden ser cumplidos por alguna razón, y allí sí, con justa razón existe una máxima que reza por allí que dice: "Eres lo que proyectas" y es verdad, nadie puede proyectar ante los demás lo que no es, ni piensa ni siente, veamos un ejemplo:
Imaginemos que sentimos atracción por un hombre, y mentalmente nos decimos a sí mismas: "Me gusta mucho ese hombre y cuánto quisiera estar con él". Obviamente que las normas sociales no permiten expresarlo abiertamente, y mucho menos decírselo a él directamente, nos tildaria de irreverentes o de locas, pero la simple idea, ya generó una huella mental llamado esquema, ya vive en nuestro interior ese deseo oculto, que por lo pronto es intransferible, pero que a su vez nos genera fuertes emociones, adrenalina, betoendorfinas y latidos del corazón que casi se nos sale por la boca: "Me gusta, me encanta, está re-buenote el condenado" ¿y por qué no?, hasta nos echamos un buen taco de ojo ¿cierto chicas?
Es increíble ver cómo algunas mujeres nos resistimos a cambiar nuestros viejos y caducos paradigmas de vida, no soltamos el pasado, nos cuesta mucho sacrificio dejarlo ir, queremos seguir con nuestros milenarios y ancestrales hábitos, costumbres y vicios de vida, formas de pensar, formas de sentir, formas de actuar, formas de concebir las cosas, formas y más formas sin tanto formulismo, válgame la redundancia... ¡Puras formas de ser y de comportarse!, siempre lo mismo, lo mismo, lo mismo... Ay, pero... ¡Cuánto nos gusta hacer siempre lo mismo! ¿verdad? aunque nos quejemos de que siempre nos va tan mal.
¿Porqué no cambiar el rumbo de nuestra existencia?. Si ya somos esclavas de los hábitos, costumbres y deseos, por lo menos que sean buenos hábitos, buenas costumbres y buenos deseos que no nos generen tantas angustias, presiones, exigencias, desgastes emocionales y hasta culpas innecesarias, y esto no es algo difícil de entender ¿Pero estaremos dispuestas a ponerlo en práctica?
Amigas lectoras, vamos a recomendarles un buen libro (muy hermoso por cierto), que se llama: "El alma está en el cerebro", del escritor Eduard Punset, en el cual nos dice: "El deseo nos saca de nosotros mismos, nos desubica, nos dispara y proyecta, nos vuelve excesivos, hace que vivamos en la improvisación, el desorden y el capricho, máximas expresiones de la libertad llevada al paroxismo. El deseo reivindica la vida, el placer, la autorrealización, la libertad.
Unos planifican su vida, mientras que otros la viven al ritmo que les marca el deseo. El deseo de vivir y de hacerlo a su manera. Por eso sus autobiografías son más descriptivas que explicativas, pues sus vidas no tanto se deben a los resultados u objetivos cumplidos, sino al sentido inherente al mismo proceso de vivir. Y este proceso, de uno u otro modo, lo establece siempre el deseo. Si bien el deseo rebosa incertidumbre acerca del itinerario, a muchas personas les garantiza la seguridad en cuanto a los pasos dados.
Bien entendido el deseo no es una voz oscura, confusa y estúpida, sino que - en una persona madura - es luminosa, clara e inteligente. Las emociones están en la base de los deseos y de la inteligencia se dice que es emocional. Visto de este modo, el deseo se convierte en el portavoz de uno mismo".
Valiente declaración de un deseo de expresar lo que en sí, como personas somos, y hasta la próxima amigas.
Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.
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