Dicen que el mal de nuestro mundo es la soledad, pero creo que hay un mal mayor, y se llama: “Temor”, miedo a no tener nada ni a nadie a quien "agarrarse" en circunstancias especiales de nuestra vida, como por ejemplo: Una ruptura sentimental, las sátiras palabras hirientes de tu ser amado, las mentiras, los engaños, las falsedades, la infidelidad, las traiciones, etc., son situaciones que llevan al ser humano a sentirse derrotado y desamparado emocionalmente.
No hay palabras humanas para describir la dura sensación que se siente cuando todo ha terminado, cuando todos se han ido, cuando te has quedado sola, absolutamente sola, sin nada ni nadie de quién sujetarte, y triste de sentirse a la deriva de las circunstancias, máxime cuando aprendiste a confiar con facilidad en las personas que ya no están más en tu vida por alguna razón, y no resulta nada grato ni fácil el aceptar que algo falló, y que no se esperaba el tiro de gracia en lo que mas duele: "La dignidad".
Pero ser mujeres auténticas y dignas tiene un precio elevado amigas queridas, que muchas veces sólo se puede pagar con dolor y silencio, el dolor de nuestra orfandad afectiva, es un factor (o conflicto emocional bien profundo), que requiere ser atendido de manera inmediata, a través de nuestra comprensión creadora primero, antes de rebasar límites para no caer en el desequilibrio de las fuerzas mentales, sentimentales o psíquicas.
Ante situaciones inesperadas, como la pérdida de un ser amado, algunas personas reaccionan de manera violenta e impulsiva debido a la desesperación. Otras reaccionan de manera sensible, llegando al grado de lágrimas, cayendo incluso en el charco de la auto-compasión, creándose allí otro conflicto íntimo de baja auto-estima.
Las redes neuronales trabajan coordinadamente y siempre en cadena, pues una cosa lleva a la otra, de manera entrelazada, enredando a veces peligrosamente los circuitos emocionales y cerebrales, llevando a la persona a grados muy profundos de depresión, abandono y desinterés social.
En este marco de las cosas, se hace necesario, justo y urgente entender, que como seres humanos tenemos derechos sí; pero el más elevado, es el de no depender emocionalmente de nada ni de nadie en ningún sentido y por ningún motivo, so pena de correr el riego de recibir tremendos golpes en el alma.
Somos seres sociales es cierto, pero también somos autónomos, ya que el organismo humano fue dotado (afortunadamente), de miles de defensas y una amplia coeficiencia mental, con suficiente espacio para el entendimiento, la comprensión y el conocimiento, que deberían ser explorados y explotados al máximo, pero de manera equilibrada, ubicada, prudente, inteligente y correcta, sin lastimar a nadie, ni permitir que otros nos lastimen.
Sin embargo, y en honor a la verdad, es justo reconocer también que por naturaleza humana, el ser humano es un ser dependiente. El ser humano depende del sol para vivir, del agua para saciar su sed, del aire para llevar oxígeno a su cerebro, de la tierra para sostener sus pasos. El ser humano depende del mismo hombre en muchos sentidos. Depende de sus padres, de sus hermanos, de sus hijos, de su familia, y ni qué decir de su pareja o compañera(o) de vida.
El ser humano depende mucho y para todo de su prójimo, es un ser dependiente de las costumbres, de los hábitos, vicios errores o apegos que en determinado momento se deben y se tienen que soltar y dejar ir con el pasado. Claro que esos procesos son lentos muy dolorosos (cuando se sufre, todo es lento y doloroso), precisamente porque no hemos aprendido a tener bajo control, el manejo de nuestras emociones, ni hemos aprendido a extraer la savia bendita de nuestros errores para identificar la manera correcta, apropiada e independiente y autónoma de vivir la vida tal como es, sin mezclar sentimientos.
Cierto es que todos necesitamos de todos (eso es irrefutable e ineludible), pero a lo que me refiero es que resulta importante, darnos cuenta de que, cuando llegamos a este mundo no traíamos nada, y cuando nos toque partir tampoco nos llevaremos nada a la tumba… ¡Ni un triste alfiler!
Cuando nacimos no nos dieron un manual sobre cómo vivir la vida, pero forjar la vida a través del lenguaje, la comunicación y el aprendizaje, nos ha dado la facultad de crear conciencia sobre las cosas y las personas que nos rodean. Cultivar valores es, por lo tanto lo esencial y realmente importante.
Pero me pregunto: ¿Cómo vamos a lograr crear conciencia?, si al primer grito, insulto u ofensa ya estamos respondiendo con agresividad (la violencia engendra violencia), ¿Por qué se tiene que vivir con la espada siempre desenvainada, y generando conflictos y fricciones?
Toda esa cruzada de emociones mal digeridas, a la larga se convierte en un desgaste psíquico tremendo, llevando al ser humano a vivir en un mundo lleno sufrimientos y de desamparo emocional. Tenemos que aprender a no reaccionar como lo hace la demás gente, tenemos que aprender a ser seres únicos, auténticos, naturales, irrepetibles e irremplazables, unos seres realmente muy especiales, pero demostrándolo con hechos y no tanto con simples palabras que suele llevarse el viento.
Lo mejor es darnos cuenta aquí y ahora, que somos seres capaces de salir adelante ante cualquier adversidad, sin importar qué tan fuerte o dolorosa sea, que podemos lograrlo sin tener necesidad de recurrir a ningún recurso o apego del pasado, ser fuertes para decidir, fuertes para enfrentar nuestras circunstancias de vida, fuertes para hablar, y fuertes para callar cuando se debe callar y punto. ¿Quién dijo, o dónde está escrito que está prohibido?
Un enorme abrazo del corazón y paz.
Doral.
No hay palabras humanas para describir la dura sensación que se siente cuando todo ha terminado, cuando todos se han ido, cuando te has quedado sola, absolutamente sola, sin nada ni nadie de quién sujetarte, y triste de sentirse a la deriva de las circunstancias, máxime cuando aprendiste a confiar con facilidad en las personas que ya no están más en tu vida por alguna razón, y no resulta nada grato ni fácil el aceptar que algo falló, y que no se esperaba el tiro de gracia en lo que mas duele: "La dignidad".
Pero ser mujeres auténticas y dignas tiene un precio elevado amigas queridas, que muchas veces sólo se puede pagar con dolor y silencio, el dolor de nuestra orfandad afectiva, es un factor (o conflicto emocional bien profundo), que requiere ser atendido de manera inmediata, a través de nuestra comprensión creadora primero, antes de rebasar límites para no caer en el desequilibrio de las fuerzas mentales, sentimentales o psíquicas.
Ante situaciones inesperadas, como la pérdida de un ser amado, algunas personas reaccionan de manera violenta e impulsiva debido a la desesperación. Otras reaccionan de manera sensible, llegando al grado de lágrimas, cayendo incluso en el charco de la auto-compasión, creándose allí otro conflicto íntimo de baja auto-estima.
Las redes neuronales trabajan coordinadamente y siempre en cadena, pues una cosa lleva a la otra, de manera entrelazada, enredando a veces peligrosamente los circuitos emocionales y cerebrales, llevando a la persona a grados muy profundos de depresión, abandono y desinterés social.
En este marco de las cosas, se hace necesario, justo y urgente entender, que como seres humanos tenemos derechos sí; pero el más elevado, es el de no depender emocionalmente de nada ni de nadie en ningún sentido y por ningún motivo, so pena de correr el riego de recibir tremendos golpes en el alma.
Somos seres sociales es cierto, pero también somos autónomos, ya que el organismo humano fue dotado (afortunadamente), de miles de defensas y una amplia coeficiencia mental, con suficiente espacio para el entendimiento, la comprensión y el conocimiento, que deberían ser explorados y explotados al máximo, pero de manera equilibrada, ubicada, prudente, inteligente y correcta, sin lastimar a nadie, ni permitir que otros nos lastimen.
Sin embargo, y en honor a la verdad, es justo reconocer también que por naturaleza humana, el ser humano es un ser dependiente. El ser humano depende del sol para vivir, del agua para saciar su sed, del aire para llevar oxígeno a su cerebro, de la tierra para sostener sus pasos. El ser humano depende del mismo hombre en muchos sentidos. Depende de sus padres, de sus hermanos, de sus hijos, de su familia, y ni qué decir de su pareja o compañera(o) de vida.
El ser humano depende mucho y para todo de su prójimo, es un ser dependiente de las costumbres, de los hábitos, vicios errores o apegos que en determinado momento se deben y se tienen que soltar y dejar ir con el pasado. Claro que esos procesos son lentos muy dolorosos (cuando se sufre, todo es lento y doloroso), precisamente porque no hemos aprendido a tener bajo control, el manejo de nuestras emociones, ni hemos aprendido a extraer la savia bendita de nuestros errores para identificar la manera correcta, apropiada e independiente y autónoma de vivir la vida tal como es, sin mezclar sentimientos.
Cierto es que todos necesitamos de todos (eso es irrefutable e ineludible), pero a lo que me refiero es que resulta importante, darnos cuenta de que, cuando llegamos a este mundo no traíamos nada, y cuando nos toque partir tampoco nos llevaremos nada a la tumba… ¡Ni un triste alfiler!
Cuando nacimos no nos dieron un manual sobre cómo vivir la vida, pero forjar la vida a través del lenguaje, la comunicación y el aprendizaje, nos ha dado la facultad de crear conciencia sobre las cosas y las personas que nos rodean. Cultivar valores es, por lo tanto lo esencial y realmente importante.
Pero me pregunto: ¿Cómo vamos a lograr crear conciencia?, si al primer grito, insulto u ofensa ya estamos respondiendo con agresividad (la violencia engendra violencia), ¿Por qué se tiene que vivir con la espada siempre desenvainada, y generando conflictos y fricciones?
Toda esa cruzada de emociones mal digeridas, a la larga se convierte en un desgaste psíquico tremendo, llevando al ser humano a vivir en un mundo lleno sufrimientos y de desamparo emocional. Tenemos que aprender a no reaccionar como lo hace la demás gente, tenemos que aprender a ser seres únicos, auténticos, naturales, irrepetibles e irremplazables, unos seres realmente muy especiales, pero demostrándolo con hechos y no tanto con simples palabras que suele llevarse el viento.
Lo mejor es darnos cuenta aquí y ahora, que somos seres capaces de salir adelante ante cualquier adversidad, sin importar qué tan fuerte o dolorosa sea, que podemos lograrlo sin tener necesidad de recurrir a ningún recurso o apego del pasado, ser fuertes para decidir, fuertes para enfrentar nuestras circunstancias de vida, fuertes para hablar, y fuertes para callar cuando se debe callar y punto. ¿Quién dijo, o dónde está escrito que está prohibido?
Un enorme abrazo del corazón y paz.
Doral.
Gracias Doral por tus palabras e ideas. Es preciso, necesario y casi obligatorio ese cambio que propones. La humanidad entera lo pide a gritos... unos se oyen y en muchos casos los que más daño hacen, es a través del silencio. En mi caso he sufrido y sufro de ese desamparo. El coste es alto, mucho. Imagina cuando viene de una madre que "no sabe" como amparar a sus hijos. Con el tiempo vas comprendiendo a través de la conciencia (como bien dices, necesaria).
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