¡La Mujer Rural, un orgullo para el planeta!
Qué triste darse cuenta que algunas gentes están abandonando masivamente los campos, abandonan sus tierras que son las que producen los alimentos y se están concentrando en las ciudades, apretándose y viviendo unos encima de otros en unas pequeñas cajas de ladrillo y cemento, que llevan por nombre “apartamentos”... Es verdaderamente desesperante la vida de las gentes viviendo en esas ratoneras empacados en esas cajas de ladrillo, en donde los niños duermen con los perros y los gatos y apenas miran desde arriba las gentes que circulan por las calles como diminutas hormigas, entre el humo de los carros y de las chimeneas, ruidos, bocinas, gritos, motores de toda especie, olores horribles, quejidos, sirenas, lamentos, carreras, etc.
Viven las gentes verdaderamente enjauladas como fieras peligrosas y por donde quiera que miran a su alrededor, solo ven más jaulas y miles de maquinitas humanas empacadas en las cajas de ladrillo, viviendo en las ratoneras o jaulas de cemento, soportando toda clase de alaridos y tormentos. El hombre (en general), ha perdido la sensibilidad que da el dulce de la vida en medio de la naturaleza, en el campo, prefiere soportar toda clase de angustias, padecimientos, olores y miserias entre moles de cementos y hierro, olor a azfalto y entre luces de neón, prefieren comer humo día y noche, antes que regresar a disfrutar de la vitalidad azul de los campos embriagados por el perfume de las flores, respirando el aire puro que sopla desde las cordilleras.
Mucha gente quiere vivir en las ciudades y hay países tan densamente poblados que en las gigantescas ciudades, un plato de comida cuesta demasiado dinero porque nadie cultiva la tierra, todos quieren ser ingenieros, médicos, abogados, diplomáticos, etc. pero nadie quiere cultivar la tierra; en estas condiciones llegará el día, en que no servirá el dinero para comprar comida, porque no habrá a quién comprarla; entonces es cuando las criaturas humanas sabrán lo que han perdido y esto ya está a las puertas, a la vuelta de la esquina. Pero dichosos los que viven en el campo porque de ellos será el reino de la naturaleza y aunque no tengan títulos, ni cartones, tendrán el estómago lleno y los pulmones sin ollín de humo, ellos usan la inteligencia para extraer a la vida, la savia de la felicidad.
La mujer rural juega un papel importante en la sociedad, y orgullosamente vemos que no todo está perdido, hay mujeres enamoradas del campo, de su tierra, de su hombre, del olor a la tierra mojada, el aroma de la milpa en flor, los ejotes reverdecidos, la flor de sandía y de calabaza, ¡Qué hermoso huele la noche en mitad del campo, escuchando el canto de los grillos y en el cielo, una lámpara de luz plateada alumbrando los caminos de todo pensamiento.
Las mujeres rurales o campiranas, son mujeres firmes y fuertes, que no cambiarían sus ropajes humildes por exóticos vestuarios de Fashion, o vestidos de los más famosos diseñadores de modas, tales como: Christian Dior, Gianni Versace, Pierre Cardin, Calvin Klein, Giorgio Arman, Donna Karan, Gaultier, Levi Strauss, etc. y qué increíble su extraordinaria belleza adornada de sencillez con aroma a margaritas silvestres, a hojas verdes de los árboles, en vez de lociones o perfumes caros, tales como: Lacoste, Hugo Boss, Ninna Ricci, Coco Chanel, Paco Rabanne, Givenchy, etc. Y qué ironía tener que decirlo así, pero las mujeres del campo son felices cubriendo sus pies con sandalias de plástico, cuando se han hecho merecedoras de usar modelos sofisticados de las mejores marcas: Gucci, Prada, Camper, Guess, Laroche, Claude Montana, etc.
Las mujeres pueblerinas, jamás se atreverían a envidiar las nalgas de la Jenifer López, ni las bubis de Claudia Schiffer, ni las piernas de Cindy Crawford, ni la figura esbelta de Naomi Campell, Kate Moss o Verónica Blume... ¡Para nada!, ellas las mujeres periféricas son ninfas campiranas,algunas con su carita regordeta pero con el corazón más blanco que la nieve y más dulce que la miel. Ella no sueñan con pasarelas de alfombra roja, ni con joyas ni con pieles, ni con viajes por el aire ni con cuentas bancarias o abrigos de mink, ellas se conforman con ver radiante a la luna y con despertar a la aurora para abrazar ingenua a la luz bendita de cada amanecer.
Amigas queridas, estamos en la era de la velocidad, la era de la ciencia y la tecnología, la era de las máquinas metálicas, pero también de las máquinas humanas, que por la mecanicidad de la vida rápida, causan alteraciones del sistema nervioso, problemas protuberantes en la psiquis por las continuas angustias o problemas del transporte y de toda especie. Esta misma situación de angustia y desesperación de la máquina celular racional, llamado "hombre" se origina por el terrible desequilibrio económico, la desocupación, el aumento demográfico, el alza continua del costo de la vida, etc.
Esto es a groso modo una ligera relación muy resumida de un mínimo porcentaje de los errores que se cometen contra nuestro planeta, contra el suelo donde vivimos y tenemos nuestro ser; porque si quisiéramos o pretendiéramos enumerar en su totalidad los múltiples errores y adefesios cometidos contra nuestro mundo, necesitaríamos escribir volúmenes enteros, más en este artículo sólo queremos dar una ligera idea de los daños que causa el hombre a su propia morada, la tierra en que vivimos.
Solamente unos pocos se preguntan: ¿Qué esperanza de supervivencia tiene nuestro afligido mundo con una clase de humanoides egoicos animalescos con instintos criminales dañinos y destructivos? pero repito -no todo está perdido- Hombres y mujeres de buena voluntad, aún conservan el don de la valorización de su pedacito de suelo que les vió nacer, allí se quedan para reforestar los bosques, para cuidar a nuestros hermanos menores (los animales), para limpiar los ríos, para conservar pura la atmósfera, para cultivar la tierra, y en casa, preservar el bendito hábito de sistematizar los milenarios huertos familiares. Por ésto y por muchas cosas más, ¡Qué orgullo para el planeta, ser una mujer rural!
Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.
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