domingo, 18 de abril de 2010

¿Sigues siendo una niña, o ya eres una mujer?


¿Sigues siendo una niña, o ya eres una mujer?


Acostumbradas como estamos todas las mujeres a estar siempre apegadas a las cosas del hogar y a los ejemplos de la madre, siempre imitaremos el patrón de casa. Si tuvimos una madre comprensiva y amorosa, se reflejará en nuestras actitudes de ternura y cariño hacia quienes nos rodean. Una madre protectora, nos enseñó con su ejemplo a ser preocupadas por defender y cuidar de los demás. Aprendimos por imitación, y practicamos jugando con nuestras muñecas, a ser madre e hija, o con nuestras amiguitas a la comidita, o a ser mamás de nuestros hermanos y acercar todo lo necesario para nuestro mundo de juguete.

Pero llegó el día en que aquella casita de juguete, se transformó en un hogar de verdad. Empezamos a enfrentar otras circunstancias de vida, un esposo, novio, amante o amigo a nuestro cuidado, un hogar, “Ay… un hogar” que requiere de tantas atenciones y cuidados intensivos, constantes y repetidos, sin excusas ni pretextos, una atención personificada a hijos que llegaron al mundo y que esperan que les demos siempre lo mejor.

Es verdad que hay mujeres que cuentan con el apoyo de su compañero de vida para sacar adelante todos éstos menesteres del diario vivir, pero no todas tenemos esa suerte. Siempre en la pareja uno es más maduro y responsable que el otro y también más protector.

Una chica joven por ejemplo, que llega al matrimonio llena de ilusiones color de rosa y vestidas de tul, esperanzada en el futuro tan soñado y esperado y de pronto tiene que enfrentarse a su negra realidad: La irresponsabilidad de un marido inmaduro, exigente, descuidado, cómodo, holgazán y hasta borracho que no aporta todos los gastos para la casa, ni se preocupa de los hijos para nada, más bien, se convierte en un hijo más que atender, el más grosero y malcriado, que no sabe ni siquiera lo que quiere.

La mujer se descubre de pronto inmersa en un baúl de problemas que resolver y con el desánimo y autoestima por los suelos. Empiezan las lágrimas, los sufrimientos y los lamentos:

¿Para ésto me casé?
¿Merezco yo ésto?
¡Es un desobligado, no le importo!
¡Ya no me ama!

Y la primer puerta de escape es salir corriendo a donde su mamá para refugiarse en sus brazos y llorando a mares, repite esa cancioncita de Joaquín Sabina “Setenta veces siete lo intenté, si me largo para siempre es porque no puedo más, no tengo nada que perder, sólo el miedo a la soledad“. Y los pobres hijos, ahí atrás de ella.
Resultado: La mayoría de las veces es la familia quien tiene que cargar con el paquete de “su niña”.

Esta tragedia la vemos a diario amigas, es muy común ver hogares desintegrados por falta de formación e información, por la falta de educación, respeto, falta de comunicación, irresponsabilidad e incompatibilidad de caracteres, la falta de madurez de parte de ella o de él, es el principal resorte del conflicto.

Tenemos primero que dejar de ser “La niña consentida de mamá”, para asumir seriamente el papel o rol que nos fue asignado como “MUJER”. Tenemos que dejar muy claro en el noviazgo, que somos lo suficientemente maduras como para enfrentar cualquier responsabilidad, antes de llegar al matrimonio, para evitar que ésto suceda.

No es posible establecer formalmente hogares bajo ninguna excusa ni pretexto sin antes habernos preparado para ello. Saber que llegar a ser una verdadera mujer, no es sólo cuestión de haber aprendido a ponerse bonita, arreglarse para su compañero, sino haber pasado por una serie de conocimientos elementales pre-matrimoniales.

Ser una verdadera mujer, implica estar preparada para contraer matrimonio, implica conocer algo más: Sobre los deberes y cuidados de una casa, cocinar, lavar, planchar, un cursito de primeros auxilios, un poco de decoración, economía, artesanías, costura, y lo más importante, aparte desde luego, es haber terminado previamente alguna preparación académica para tener la manera de enfrentarnos a la vida en caso de que el hombre que hemos elegido como compañero de nuestra vida llegue a faltarnos.

Saber entender que la responsabilidad no sólo consiste única y exclusivamente en llevar bien guardado en el fondo de la maleta el teléfono de mamá, sino en el corazón, todos los ejemplos recibidos en el hogar materno, toda la fuerza, la entereza y el coraje de atreverse a forjar junto a su elegido, el destino tan anhelado por los dos.

Sólo así, y hasta ese entonces, se habrá dejado de ser niña, para convertirse en mujer y no una imitación, sino una ¡Verdadera gran mujer, Digna, Honesta, Capaz, Inteligente, Fuerte, Guerrera, Amazona, y una mujer muy bella!

¿Y ustedes amigas qué opinan?
¿Se dieron cuenta, en qué momento de sus vidas dejaron de ser niñas, para convertirse en Mujeres maduras y preparadas para enfrentar a la vida?

Con mis respetos y cariño siempre,
Doral

2 comentarios:

  1. Muy reflexivo pero....no va conmigo: tengo 80 años, he trabajado fuera de casa, lo dejé al casarme a los 30 años por conveniencia de pareja y salió perfecto el matrimonio........¡Ah! no me parezco a mi madre, completamente diferente en nuestro modo de ser....si, jajajaa, que se lo pregunten a mi hija....
    Muy buen blog, gracias por compartirlo.
    Fuerte abrazo.
    Leonor.
    P.D. Puedo robarle la figura de la chica? me gusta para uno de mis poemas.

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    1. HOLA LEONOR, BUENOS DÍAS:

      Muchas gracias por tu comentario hermoso que nos llena de alegria y orgullo que haya mujeres como tú, con ese "Don" para la toma de decisiones, con ese garbo y esa delicadeza para tomar la vida tal como es, sin mezclar sentimientos. Gracias por tu ejemplo mujercita de luz, Dios te bendiga niña bonita.

      Ah, oye, por cierto, claro que puedes tomar la imagen de la portada para tus poemas que espero algún me los compartas, yo no soy poeta, pero también me encanta la poesía y las letras.

      Te saludo con mucho agradecimiento y afecto por tu carisma amiga Leonor.

      Cariños,
      Doral.

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