¡La mujer frente a la culpa!
No cabe duda de que a toda acción (consciente o inconsciente), le precede siempre una reacción, que toda causa tiene su efecto, y éste genera siempre sus consecuencias sin importar las circunstancias, género, creo, raza y nacionalidad. Entonces aquí lo verdaderamente interesante, es darse cuenta que nada sucede en el mundo sólo por azar, sin una causa, sin una razón, sin una explicación, y que nada ni nadie existe por accidente, por capricho del destino, de la vida, o por mera casualidad sino por una causalidad.
Y así como todo tiene una causa, un origen, un motivo o razón de ser, de existir, o un principio (si lo queremos ver así), tambien las culpas tienen sus raíces en el pasaje de los actos. En el orden jurídico una persona culpable vá a la cárcel, pero en el orden psicológico, las culpas afectan profundamente a las personas. No basta la cárcel para curar psíquicamente las culpas, se castiga el cuerpo imposibilitándole el libre tránsito nada más, pero la cárcel no le hace justicia, porque sus culpas le generan y le seguirán produciendo angustias, depresión, melancolía, insomnio y puede generar hasta estados de Borderline, que son trastornos de la personalidad, pueden llevar al sujeto a estados de cobardía moral, a grados más radicales, al dolor de existir y más tarde directo al suicidio.
Desgraciadamente un buen porcentaje de mujeres caen en estados depresivos muy delicados, acosadas por sus propios remordimientos, allí habría que ver qué leyes ha roto dentro de sí, porqué no puede dormir, por qué su terrible malestar de culpa, es un sufrimiento psíquico atroz, sin encontrar la manera de paliar o expiar su culpa que a veces hasta se ve en la necesidad de enfrentarla recurriendo a su responsabilidad, acude a la precaución, va a la iglesia, hace dieta, trata de hacer obras buenas, etc. Démonos cuenta entonces, que: "La culpa es no querer aceptar nuestro grado de responsabilidad", pero cuando se acepta y se reconoce el error, allí mismo se ha dado el primer paso hacia la recuperación, ya es un gran avance para trascenderlo.
Sin embargo hay hogares en los que vemos que ni el padre ni la madre quieren aceptar sus propias culpas ni responsabilidades frente a los hijos y los demás miembros de la familia. Tan pronto uno de ellos infringe las reglas y comete un delito, casi le sacan los ojos reclamándole y echándole en cara su falta: "Es que eres un mal agradecido, yo me sacrificio por ti y tú no obedeces", "Es que no valoras todo lo que hago por ti", "Es que yo te di la vida y ni por eso me respetas", "Es que yo me saco la comida de la boca para que tú comas y mira cómo me pagas", etc. ¡Hace sentir peor al pobre ingrato que ya de por sí, se lo está devorando su propio remordimiento!
Por favor señoras, es hora de dejar de lado tantos prejuicios y juicios al vapor que se han puesto tan de moda e impuesto dentro de las cuatro paredes que observan en silencio nuestro cotidiano vivir. Es bueno poner reglas (obvio), respetarlas y hacerlas respetar, pero tambien es necesario que haya equidad, comprensión y justicia para todos. La culpa de juzgar a un hijo por rebeldía, por vagancia o porque consume drogas por ejemplo es terrible, veamos cómo funciona esto:
¿Qué pasa con la droga, porqué el joven la consume?, ¿Porqué es la madre la que generalmente se siente tan culpable en vez de que sea el propio hijo?... Bueno; por principio de cuentas, la droga no es una enfermedad sino una adicción, el chico está bien, se siente bien "Happy" pero... ¿Qué hace para conseguir la droga?, allí está el problema, qué hace con su vida, de qué medios se vale para prevalecer en ese estado tan lamentable. Si la madre no le financía su adicción, entonces, ¿cómo compra la droga, dónde la adquiere?, porque mínimo un carrufo de mariguana (que es la droga de los pobres), le costará algún dinero, amén de conseguir uno de los famosos "pericasos" de cocaína, o un gramito de heroína o algunas pastillas de codeina, o unos tubos de resistol, etc. ¿Qué hace el joven para costear su vicio?
Y la madre que se muere día a día por tanta angustia de ver a su hijo todo desaliñado, sucio, con el pelo revuelto y la mirada perdida, ella observa a sus vecinos que se protegen del muchacho, aunque éste no les haya hecho nada, pero con el sólo hecho de saber que él es un drogadicto, ya está etiquetado por la sociedad y lo verán como una amenaza y anticipadamente le declararán una guerra preventiva. No sólo recibe las consecuencias el delincuente, sino también la madre, el padre y toda la familia. O ustedes mismas, las que son madres amigas lectoras, ¿Se arriesgarían a irse a trabajar y dejar a su hija adolescente sola en casa muchas horas, sabiendo que su vecinito es un drogadicto y malviviente?. Recordemos que la droga funciona como un desinhibidor y cualquiera que la consuma, podría perder el control de sus actos.
Entonces vayamos al meollo del asunto: El muchacho está intoxicado, el abuso de las drogas ya le perforó el hipocampo y la corteza cerebral se ha dañado, ya hasta habla tartamudeando porque no controla su lenguaje y hasta se le sale la saliva al hablar, anda todo idiota y no carbura (perdón no coordina) las ideas, promete y promete que va a cambiar, pero su cuerpo le pide, le exige a gritos la droga y no le importan los medios para conseguirla, de allí que nacen para multitud de problemas más... pues el chico bonito y bueno de mamá, se vuelve un vulgar ratero, un mentiroso, un fraudulentador, una persona que está en el camino hasta de matar para conseguir la droga, de allí nacen los grandes asesinos no sólo ocasionales sino seriales, los que pierden su dignidad, su familia, sus valores y su vida termina en un completo fracaso, ¿Y la mujer qué?, ¿Qué puede hacer la madre por su hijo en ese estado tan deplorable?
La mujer frente a la culpa se juzga duramente, se lascera emocionalmente, se golpea en su propio orgullo fracturado y su sufrimiento. No se perdona: ¿Qué hice para merecer ésto?, ¿Porqué mi hijo?, ¿En qué me equivoqué tanto? ¿Cómo llegó a pasar ésto?, ¿En qué contribuí, porqué lo perdí? ¿porqué no lo supe educar?. Ahora la mujer se lleva pensando en la manera de cómo proteger al hijo: "Estaría mejor en la cárcel que en la calle".... ¡Me lo van a matar!, y en verdad que un drogadicto, se expone a eso y a mucho más, no hay remedio, tenemos que decirlo así crudamente.
Sin embargo, también existen otras opciones para salvar del ahogado, aunque sea el sombrero, y ésto sería en todo caso, internar al hijo en un centro de rehabilitación, ese chico primero tiene que ser desintoxicado para que esté en condiciones de decidir, qué es lo que quiere para su vida, y si está dispuesto a modificar el rumbo de su existencia. Se le interna y allí tendrá que soportar por un tiempo, la "resaca" o estragos de la abstinencia, algunas veces delirante y paranoica. Pero si pasa la prueba, está en condiciones de empezar una nueva vida.
No hay necesidad pues amigas queridas, de llegar a tales extremos para darnos cuenta de todo lo que puede llegar a ocasionarnos el círculo de la culpa con todas sus ramificaciones, aprendamos a valorarnos primero a si mismas para dar un buen ejemplo a quienes nos rodean, tengamos mucho cuidado en nuestras conductas, en lo que decimos, en lo que hacemos, en lo que pensamos, recuerden que estamos rodeadas siempre por esos pequeños vigías (como en época de guerra) que observan sigilosamente tras las puertas y las ventanas (adorables traviesos), todo lo que hacemos y que de allí, ellos todo lo aprenden por imitación. Eso es todo.
Con mis respetos y cariño siempre.
Doral.
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