¿Vale la pena darlo todo por amor?
Es muy obvio que para llegar a ser personas enamoradas o enamoradizas, se necesita de un detonante especial que sea capaz de mover todo el tapete de la existencia humana (digámoslo así), pero no siempre los esquemas mentales de una persona u otra son los mismos, ambas tienen diferentes enfoques, perspectivas, visiones, o percepciones, además influye mucho el medio, el entorno, las circunstancias, la cultura, las creencias, el tiempo, lugar y el espacio inmerso en cada situación, cosa o persona. Son factores diversos que se acomodan por sí solos para que surja un pensamiento, un sentimiento y una acción.
En este marco, es preciso darnos cuenta de lo importante que resulta tener una buena dosis de paciencia, ética personal, respeto y una excelente organización interna, para tomar las cosas como son, sin mezclar los sentimientos y evitar así, enredarnos toditos en el sistema emocional que suele confundir a cualquiera, cuando no se sabe ni lo que se busca, o cuando no se ha aprendido a pensar alto y a sentir claro.
Una de las fuentes de más potencia (o poder) en la mente y el corazón humano, son las fuerzas del enamoramiento, y cuando la mujer se enamora, no sólo pierde la cabeza, sino todo el resto del cuerpo, porque se entrega en cuerpo, alma, sentimiento y razón… camina como sonámbula (riéndose sola) por todas partes, sintiendo que sus pasos están encima de puras nubes de algodón, se siente una veleta a la deriva de las circunstancias, que giran alrededor del mismo círculo vicioso llamado: “Mi amore”.
Pero qué curioso resulta darnos cuenta de que ese círculo vicioso, a veces adopta otros nombres o apodos, de acuerdo a la intensidad o de la velocidad con que gira sobre su propio eje: A veces le llaman: “Mi cosita bonita”, “Mi bombón”, “Mi terroncito de azúcar”, “Mi corazoncito”, “Mi gordito(a)”, “Mi preciosa(o)”, “Mi bella(o), “Mi vieja(o) chula(o)”, “Mijo(a), y otros más despectivos como: “Huerca”, “Panzona”, “Trenzuda”, “Chaparra”, o simplemente “Mujer”.
Pero lo que si es bien seguro que tanto hombre como mujer, siempre girarán alrededor de sentimientos generados por una palabra, por un detalle, por un gesto, o incluso por una simple mirada que lo dice todo. El hombre por ejemplo, podría llegar a enloquecer por una boquita pintada, por una sonrisa, por el aroma de un perfume, el tono de una voz bien sensual o por una cinturita, ¿Y la mujer?...
La mujer enamoradiza e ilusionada podría enloquecer de alegría si recibiera flores, una llamada telefónica a cualquier hora, una serenata inesperada, una loción, una carta amorosa, un mensaje, un “Te amo” al amanecer, un beso en la mejilla ¿o en los labios?, huy… ¡Mejor! O en el cuello o más abajito del cuello, ¿Por qué no si se trata de su señor esposo amoroso?.... ¡Pero un beso de esos de película!, y no uno de esos besos obligados, que hagan de cuenta que tienen sabor a papel cartón, ay no, ¡No la frieguen!
Hay entonces qué buscarle el sentido a cada sentimiento (valga la redundancia), porque no se vale quemar el cartucho nomás por una llamarada de petate, como se estila decir coloquialmente, como tampoco es justo revolver todo como si fuera de manteca, chile, tomate y cebolla… ¡condimentos sí; pero para ponerle sabor al caldo! (como diría mi abuela) y que no confundamos al amor con la pasión, ni a la pasión con el enamoramiento, y mucho menos al enamoramiento con una necesidad, que fisiológicamente nos es tan vital.
Pero hey… ¡Tranquila mujer!, no enloquezcas por nada ni por nadie, es cierto que la gallina cacarea porque le duele… ¿Cómo no?... ¡Si es su producto!, pero que no te coma la curiosidad, ni la arrogancia ni la desesperación, porque seguro perderás tu dimensión. Recuerda que cuando se piensa, no siempre se reflexiona y que la mejor fórmula para que las cosas te salgan mal, es querer quedar bien con los demás, por lo tanto ya no es suficiente ser mujeres eficientes sino proficientes, miren:
Es tan hermoso cuando alguien te dice: “La relación nuestra es tan especial, que sobrevive por sobre toda necesidad, se apoya en la confianza que ambos nos tenemos, en la admiración que por ti siento, en la esperanza de vernos y abrazarnos, de estar juntos para compartir el resto de nuestras vidas” ¿Buscarías mejor razón para vivir feliz?
Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.
En este marco, es preciso darnos cuenta de lo importante que resulta tener una buena dosis de paciencia, ética personal, respeto y una excelente organización interna, para tomar las cosas como son, sin mezclar los sentimientos y evitar así, enredarnos toditos en el sistema emocional que suele confundir a cualquiera, cuando no se sabe ni lo que se busca, o cuando no se ha aprendido a pensar alto y a sentir claro.
Una de las fuentes de más potencia (o poder) en la mente y el corazón humano, son las fuerzas del enamoramiento, y cuando la mujer se enamora, no sólo pierde la cabeza, sino todo el resto del cuerpo, porque se entrega en cuerpo, alma, sentimiento y razón… camina como sonámbula (riéndose sola) por todas partes, sintiendo que sus pasos están encima de puras nubes de algodón, se siente una veleta a la deriva de las circunstancias, que giran alrededor del mismo círculo vicioso llamado: “Mi amore”.
Pero qué curioso resulta darnos cuenta de que ese círculo vicioso, a veces adopta otros nombres o apodos, de acuerdo a la intensidad o de la velocidad con que gira sobre su propio eje: A veces le llaman: “Mi cosita bonita”, “Mi bombón”, “Mi terroncito de azúcar”, “Mi corazoncito”, “Mi gordito(a)”, “Mi preciosa(o)”, “Mi bella(o), “Mi vieja(o) chula(o)”, “Mijo(a), y otros más despectivos como: “Huerca”, “Panzona”, “Trenzuda”, “Chaparra”, o simplemente “Mujer”.
Pero lo que si es bien seguro que tanto hombre como mujer, siempre girarán alrededor de sentimientos generados por una palabra, por un detalle, por un gesto, o incluso por una simple mirada que lo dice todo. El hombre por ejemplo, podría llegar a enloquecer por una boquita pintada, por una sonrisa, por el aroma de un perfume, el tono de una voz bien sensual o por una cinturita, ¿Y la mujer?...
La mujer enamoradiza e ilusionada podría enloquecer de alegría si recibiera flores, una llamada telefónica a cualquier hora, una serenata inesperada, una loción, una carta amorosa, un mensaje, un “Te amo” al amanecer, un beso en la mejilla ¿o en los labios?, huy… ¡Mejor! O en el cuello o más abajito del cuello, ¿Por qué no si se trata de su señor esposo amoroso?.... ¡Pero un beso de esos de película!, y no uno de esos besos obligados, que hagan de cuenta que tienen sabor a papel cartón, ay no, ¡No la frieguen!
Hay entonces qué buscarle el sentido a cada sentimiento (valga la redundancia), porque no se vale quemar el cartucho nomás por una llamarada de petate, como se estila decir coloquialmente, como tampoco es justo revolver todo como si fuera de manteca, chile, tomate y cebolla… ¡condimentos sí; pero para ponerle sabor al caldo! (como diría mi abuela) y que no confundamos al amor con la pasión, ni a la pasión con el enamoramiento, y mucho menos al enamoramiento con una necesidad, que fisiológicamente nos es tan vital.
Pero hey… ¡Tranquila mujer!, no enloquezcas por nada ni por nadie, es cierto que la gallina cacarea porque le duele… ¿Cómo no?... ¡Si es su producto!, pero que no te coma la curiosidad, ni la arrogancia ni la desesperación, porque seguro perderás tu dimensión. Recuerda que cuando se piensa, no siempre se reflexiona y que la mejor fórmula para que las cosas te salgan mal, es querer quedar bien con los demás, por lo tanto ya no es suficiente ser mujeres eficientes sino proficientes, miren:
Es tan hermoso cuando alguien te dice: “La relación nuestra es tan especial, que sobrevive por sobre toda necesidad, se apoya en la confianza que ambos nos tenemos, en la admiración que por ti siento, en la esperanza de vernos y abrazarnos, de estar juntos para compartir el resto de nuestras vidas” ¿Buscarías mejor razón para vivir feliz?
Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.
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