El amor propio es un derecho.
Amarse a sí mismas, parece una tarea fácil de cumplir, tan sencillo y directo como la frase lo dice, pero nada tan complicado y con tantos obstáculos; porque primero hay que superar costumbres muy arraigadas desde la infancia, tanto que olvidamos el significado de lo que es el amor propio.
El amor a sí misma es una acción, o un sentimiento que practicamos muy poco, las mujeres, porque basadas en una idea de perfección impuesto sabe Dios por quién, aprendemos a juzgarnos desde muy pequeñas y a aceptarnos muy pocas veces, tal cual somos, eso si alguna vez llegamos a hacerlo.
La vida se nos vuelve tan rutinaria y compleja que pasamos por alto detalle tras detalle y nos acostumbramos a mirarnos y a considerarnos a nosotros mismas como si fuésemos únicamente "un bulto" o "una cosa", menospreciándonos continua y repetidamente y, aún así, nos reprochamos por los resultados tan malos que obtenemos a veces con nuestros actos.
En general, al comenzar el día las imágenes o pensamientos que dejamos que entren y ocupen nuestra mente son los pendientes por realizar, las cosas que hemos estado aplazando, o aquellos asuntos que más nos agobian, o nuestros descontentos, desacuerdos y rencores, etc... Si se traslada esa conducta a la manera como tratamos a nuestros hijos -a quienes por supuesto amamos-, sería igual a despertarlos señalándoles todo lo que no hacen y lo mal que se portan, haciéndoles sentir lo poco o nada que se puede esperar de ellos.
Siguiendo con ese tipo de ejemplo; con un hijo evitamos hacerlo sentir miserable e inseguro, en la medida que nos lo permita nuestra conciencia, las circunstancias y el amor que les tenemos. Frente al ejemplo que nos presenta el espejo que es lo que con frecuencia hacemos al contemplarlos: Observar de manera minuciosa, revisar los signos de envejecimiento y todo lo que nos disgusta de nuestro físico, si tratamos a nuestros hijos enumerando todos y cada uno de sus errores e incongruencias con o sin pretexto, los pobres terminarán creyéndose muy pero muy poca cosa aunque no lo sean.
Bueno, creo que lo mismo ocurre con nosotras mismas. Otra forma de tormento personal es darle vueltas por años y lustros a esos pequeños actos fallidos que nos provocan verguenza, volviendo a sentir desagrado y dolor cada vez que lo recordamos; no acabamos nunca de perdonarnos nuestros errores. Si esa actitud con alguien a quien de verdad amamos no tendría justificación.
¿Porqué con una misma si?. Dicen que triunfar en lo que nosotros queremos, es sobre todo el resultado de una actitud mental y yo lo creo, porque cuando observo a una persona que se siente y se sabe amada, siempre transmite seguridad, tranquilidad y alegría, es alguien que se ve contento a gusto consigo misma, y no será raro que lo que emprenda le salga bien.
Me imagino cuántas cosas lograríamos si empezáramos a ejercer nuestro derecho a querernos a si mismas, a valorarnos justamente, a practicar más a menudo nuestro derecho a tener amor propio, que defender fomentando pensamientos de aceptación o condescendencia, alentando y apoyando cada uno de nuestros actos con cariño, respeto y afecto. Estoy segura que todas seríamos unas mujeres triunfadoras.
¿Ustedes qué opinan?
Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.
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