¡El matrimonio perfecto!
Por norma general, se conoce que la mujer desde muy jovencita siempre sueña con el clásico vestido blanco, un velo muy largo de tul, una iglesia llena de flores y su corona de azares. Esos sueños de mujer se cuajan de ilusión, de anhelos, de pasión y de esperanza cuando llega el hombre tan esperado de todo su ser a morar en el templo de su corazón, no como un huésped sino como su dueño, su hombre y su amado que ella quiere sea para toda la eternidad.
Entonces empieza para la mujer, otra etapa más de vida, la más feliz: La etapa de la mujer enamorada que se prepara para ser la mejor esposa y compañera del afortunado varón que tuvo en suerte conocer y al que está dispuesta e entregarle sus virtudes en cuerpo, alma, sentimiento y razón, no sólo por un tiempo, sino por el resto de sus días.
Para ella ya no existe otro hombre a partir de aquel instante, todo su mundo gira alrededor de él, construye castillos en el aire sobre su futuro al lado de su amado: La boda, la fiesta, la luna de miel, su casa, los hijos y cómo será la vida de casada con el hombre que ella eligió por amor y para toda la vida.
Por su parte al hombre abnegado tambien le sucede lo mismo; ya el compromiso de su enlace matrimonial está aprobado por los padres, los preparativos ya empezaron, los amigos ya todos están invitados, y los gastos no se hacen esperar. Tambien para él empieza una nueva etapa de vida y no es para menos que se sienta nervioso y desesperado esperando el momento supremo de tener entre sus brazos a su amada y cumplir el sueño de los dos.
Pero lo interesante de todo esto, es que ni el hombre ni la mujer están dispuestos a reconsiderar un tiempo pruedente para prepararse anímicamente antes de dar un paso tan importante como es el sagrado matrimonio. Asistir (por ejemplo) a algún seminario pre-nupcial, o pláticas previas al matrimonio, para ver si realmente hay compatibilidad de caracteres, afinidades, gustos, tolerancia, aceptación, respeto y por supuesto el suficiente amor incondicional que se requiere como materia prima en el arte de saber dar al otro, calidad personal y no sólo cantidad con prisas.
En este aspecto, fallan muchas parejas cuando ya están casadas, afloran los defectos del uno y del otro; empiezan los pleitos, los sentimentalismos, las actitudes infantiles, la inmadurez, la incompatibilidad, el resentimiento y por defaul, el rechazo.
Los sueños de un matrimonio perfecto por lo tanto, terminaron en un cesto de basura muy prontito, cuando pudo haberse evitado. Y esto sucede muy a menudo porque en los tiempos modernos ya no hay verdaderos noviazgos llenos de romanticismo, ni cortejos ni galanteos, en su lugar imperan los famosos "amasiatos", donde lógicamente es la mujer la que siempre sale perdiendo más.
El día que el hombre aprenda a serlo en toda la extensión de la palabra y la mujer aprenda a darse su lugar que le corresponde dentro de las relaciones sentimentales, no sólo tañerán las campanas de la tierra en su honor, sino tambien las del cielo porque otra suerte les espera ante lo ojos de Dios. Pero mientras continuen los noviazgos grises, tibios o al vapor, irremediablemente el sueño del matrimonio perfecto, será un sueño de niñas ingenuamente pretenciosas que será como tratar de volar a la luna en una avioneta de corto vuelo o tomar toda el agua del océano solamente con las manos y punto.
Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.
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