martes, 24 de junio de 2014

LAS 4 LEYES




LAS CUATRO LEYES

Hemos hablado sobre el uso que le damos al libre albedrío, y concluido su existencia, dependiendo de nuestra capacidad para usarlo, libre de influencias hereditarias, educacionales, colectivas y de diferente índole, las que siempre están ahí, propungnándonos a pensar, hablar y actuar de una manera fija siempre definida.  

Lo anterior, ratifica la conocida frase: "Somos el arquitecto de nuestro propio destino", ya que son nuestras decisiones las que más tarde nos brindarán el resultado adecuado, el destino que nosotros forjamos.

Pero muchos estudiosos se ponen a dudar cuando leen sobre las 4 leyes de la espiritualidad hindú, que dicen:

1.- La persona que llega es la persona correcta.
2.- Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido.
3.- En cualquier momento que comience es el momento correcto.
4.- Cuando algo termina... ¡Termina!

Estas leyes hablan, ni más ni menos de la inevitable relación causa-efecto, que confirma lo dicho anteriormente de que todo lo que pensamos, decimos y hacemos, dará resultados que son de nuestra responsabilidad.

Todo lo que ocurre es causado por una serie de factores, entre los cuales está nuestra decisión.  Nada ocurre por casualidad, sino que lo hace por causalidad.

La persona que llegó a nosotros, lo hizo por causas anteriores, por motivos propiciados en parte por nosotros.  Lo que sucedió ya, no podía haber sido de otra manera ya que la combinación de factores, de acciones, de decisiones, de situaciones, hicieron que fuera así, y ya no hay reversa.

Lo que comenzó, y lo que terminó, lo hizo en el momento exacto, por causas, no por casualidad.  

Así las cosas, lo que sucede ahora ya no lo podemos cambiar porque es resultado de nuestras decisiones anteriores.  Lo que sí podemos hacer es USAR AHORA NUESTRO LIBRE ALBEDRÍO, analizando los efectos que pueden tener estas acciones para nuestra propia paz, felicidad y la de los demás.

Autor: 
Dr. en Psicología Roberto Valdez Prado.
rvaldezp@prodigy.net.mx

lunes, 23 de junio de 2014

UNA CONVERSACIÓN INCÓMODA, PERO NECESARIA.



UNA CONVERSACIÓN INCÓMODA, PERO NECESARIA.

Lo que es la vida: La única de las cuatro hermanas con la que nunca se había llevado bien, era la única que le podía salvar la vida. Susan, con cáncer en la médula ósea requería de un trasplante y sin las células madre de su hermana Elizaberth Lesser, sus posibilidades de sobrevivir eran ínfimas.

Irónicamente desde la infancia habían tenido una relación problemática; discusiones, pleitos y juicios mutuos era lo que predominaba entre ellas, por lo que en su vida adulta evitaban el contacto más allá de las reuniones familiares y protocolarias.

El doctor las miró a las dos sentadas frente a él y con los resultados en la mano, sin saber nada sobre su historia. Les comentó que a pesar de los esfuerzos médicos, era muy probable que las células madre de Elizabeth fueran rechazadas y no se adaptaran al entrar a la médula de Susan.  Y que a su vez, la médula pelearía para defenderse de las células invasoras de su hermana.

Por lo tanto para preparar el trasplante, era necesario que las dos se prepararan; tenían que llevar el organismo de Susan a un punto en donde las defensas estuvieran al mínimo.  "Rechazo, pleito, defensa", las palabras del médico quedaron resonando en la mente de Elizabeth, en una entrevista.  Esas tres palabras eran el reflejo preciso de su relación.

Al salir de la consulta, Elizabeth -una mujer con mucho trabajo espiritual y autora de varios libros- se dio cuenta de que energéticamente ese distanciamiento y rechazo entre ambas se reflejaría irremediablemente en el trasplante.  La otra preparación que requerían las dos tenía quedarse en un nivel espiritual.  Así que invitó a su hermana a tomar un café y tener esa conversación incómoda largamente pospuesta.

Cuenta Elizabeth, en una entrevista que le realizó Eckhart Tolle frente a un grupo de personas, dentro de las cuales nos encontrábamos mi esposo y yo, que lo primero que se le ocurrió narrarle a su hermana fue la leyenda zen que Tolle narra en su libro, "La nueva tierra", misma que a continuación parafraseo:

"Dos monjes, uno viejo y el otro joven, caminaban por el campo mientras se dirigían a su monasterio.  En el camino encontraron a una bella mujer que no podía cruzar el río.  Sin pensarlo, el monje viejo cargó a la mujer y cruzó con ella en sus brazos, para depositarla en la rivera opuesta y continuar su camino.  El joven indignado no podía creer lo que había presenciado.

Después de unas horas de caminar en silencio, el monje no resistió y le dijo al maestro: "Maestro, si sabes que tenemos votos de castidad y nos es prohibido tocar a una mujer, ¿cómo pudiste cargar allá atrás a esa señora?.   A lo que el maestro contestó: "A esa mujer yo la dejé en la rivera del río, en cambio, tú la sigues cargando después de cuatro kilómetros".

Este cuento sirvió a Elizabeth para abordar temas y rencores archivados en la memoria del cuerpo, que ambas hermanas seguían cargando y que tenían que depurar.

La plática se convirtió en un evento amoroso, lleno de ternura y de anécdotas en común en el que desapareció cualquier vestigio de desencuentro.  Cuánto lamentaban las dos, no haber tenido el valor y la humildad para abrir el corazón años atrás.  Cuánto tiempo desperdiciado. Cuánto dolor acumulado.

Gracias a esa conversación incómoda, las dos entraron a la operación, lo mejor preparadas física, mental y espiritualmente.  Han pasado dos años del trasplante y las dos se encuentran mejor que nunca.

¿Por qué no propiciar esa conversación incómoda que todos tenemos pendiente con alguien, para así liberarnos de ese bagaje que traemos cargando?

Autor: Dra. Gaby Vargas

lunes, 16 de junio de 2014

ENVEJECER: UNA DECISIÓN PERSONAL.



ENVEJECER: UNA DECISIÓN PERSONAL

Cuántas veces nos asombran personas que dejamos de ver por unos años e irradian la misma energía y vida que antaño; o por el contrario, personas que se ven apagadas y que aparentan una edad mayor de la que tienen.  ¿En qué radica la diferencia?

Por siglos hemos comprado la idea de que hay un enemigo implacable y silencioso del que no podemos escapar: EL TIEMPO.  De la misma manera, vemos a nuestro cuerpo como una máquina bioquímica que se deteriora y descompone día a día.

Pues basta que lo creamos para que el universo declare: "Concedido".  En la actualidad  gracias al desarrollo de la investigación en diversos campos, tenemos otra posibilidad: Envejecer es una decisión personal.  A diferencia de los animales, los humanos somos los únicos seres vivos que podemos cambiar nuestra biología a través de la conciencia de nuestros pensamientos y sentimientos.  Hoy se sabe que todo pensamiento, emoción y creencia, tiene un impacto directo en el grado de envejecimiento del cuerpo.

Veamos: Un  pensamiento de bien, genera una onda eléctrica coherente que llega al  corazón y, que a su vez, crea un sentimiento de bienestar.  Lo anterior provoca que el corazón produzca ondas electromagnéticas coherentes, mismas que envía a todo el organismo, lo que da como resultado un estado de armonía y salud, y viceversa.

Lo anterior varía segundo a segundo de acuerdo con las ondas que el  cerebro emite.  De ahí la importancia de los pensamientos.  Pero, ¿qué tiene que ver esto con el envejecimiento?, ¡Todo!, pues mediante un estado consciente lo puedes acelerar, retardar, detener, incluso revertir.

El famoso experimento de la psicóloga Ellen Langer y sus colegas de la Universidad de Harvard lo demuestra: "Nos vamos una semana de campamento.  El único requisito es que se imaginen, se sientan y se comporten como si tuvieran 20 años menos.  Los tendremos monitoreados con exámenes físicos y mentales", les dijo la doctora Langer a un grupo de personas mayores de 75 años con buen estado de salud.

Los psicólogos reprodujeron el estilo de vida de 20 años atrás.  Para leer y escuchar sólo había revistas y música de la época.  Su conversación debía ser en tiempo presente sobre su trabajo (aunque ya estaban retirados) y sobre temas y acontecimientos pasados.  Asimismo, debían hablar de su esposa e hijos, como si ellos también tuvieran 20 años menos.

Cada uno de los participantes portaba en el pecho una foto de cómo lucía a los 55 años y aprendieron a identificarse unos a otros por la foto antes que por la cara.  El propósito de los psicólogos era cambiar la percepción que esas personas tenían de sí mismas.  La hipótesis del experimento era que sentirse y pensarse viejo influía directamente en el proceso de envejecimiento.

Al cabo de una semana, los médicos realizaron mediciones de la fuerza física, postura, percepción, cognición y memoria a corto plazo, junto con pruebas de los umbrales de audición, vista y gusto de cada uno de los participantes.  Según los resultados, que fueron notables, los involucrados se mostraron más activos, autosuficientes y hábiles, mejoraron en fuerza muscular, oído y vista, así como en la memoria y destreza manual.  Sus articulaciones ya tiesas ganaron flexibilidad en tan sólo ocho días, y su postura empezó a erguirse como en años anteriores.

La  diferencia fue clara sobre todo en comparación con otro grupo de la misma edad que hizo el retiro pero en tiempo real, normal y sin indicaciones especiales, ¿No es increíble?

Envejecer es una decisión: Cuando tus pensamientos cambian, tu cuerpo te sigue., ¡La decisión es tuya, te pertenece!


Autor: Dra. Gaby Vargas

jueves, 12 de junio de 2014

LOS SUEÑOS

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Los Sueños

Jamás envejece quien nunca deja de soñar.  Es imposible que el peso acumulado de los años sea mayor que la intensidad y placer obtenidos de la certeza del sueño por cumplirse o de la seguridad de la ilusión alcanzada.

Nos movemos entre sueños y, de hecho, Calderón de la Barca desde hace siglos nos lo recordó en: "La vida es un sueño".

Avanzamos por ellos y con ellos, e incluso muchos son capaces de morir por atraparlos y una inmensa mayoría a diario, luchamos a brazo partido porque tenemos un ideal por alcanzar o un anhelo por cubrir.

Los soñadores siempre han marcado la pauta en el avance del humano.   Detrás de un gran evento, un monumento o un acontecimiento histórico siempre ha existido un soñador o varios dispuestos a ir más allá de los límites establecidos por la rígida verdad visible o la razón acartonada.

Un hombre o mujer sin sueños, sólo son un nombre y un apellido con registro de nacimiento, pero sin contenido y sin sentido, porque carece de ese impulso vital capaz de transformar a cualquiera en un gigante.

Cuando platicas y convives permanentemente con un soñador, no puedes sustraerte al optimismo propio del que sabe que está haciendo lo que considera que debe hacer, y ese contagio es categórico, pues su entusiasmo se multiplica y hace que tu visión del mundo cambie en segundos.  Por fortuna, hay muchos sembradores de sueños todavía y existen bastantes soñadores en el mundo capaces de darle otro color a la vida y un tono diferente al gris de los quehaceres mundanos. 

Por suerte, a diario observamos a alguien regando un árbol, leyendo un libro, ayudando a un necesitado o educando a un alumno sin que nadie se lo califique o compense.  Muchos sueños jamás se alcanzan porque quizá eran más grandes de lo que pensábamos, pero eso no influye en la capacidad de seguir soñando, por el contrario, eso alimenta más el hambre de soñar.

El mediocre no sueña, a este le basta vivir a la mitad; el hombre completo en oposición, siempre está persiguiendo sueños porque sabe que, al final, la vida en sí es sólo eso, un sueño dentro de otro.


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