“Lo dejé ser feliz a su manera”
En
ocasiones, la vida puede enfrentarte a situaciones muy difíciles, en las que no
sabes si tus hijos podrán ser felices, si estarán en lo correcto o si tú
estarás en lo correcto.
María
era una mujer con una buena posición. Desde joven aprendió ser empresaria y en poco tiempo logró tener
su negocio de diseño de prendas y creación de vestidos de fiesta. Se casó pero enviudó. Su esposo fue asaltado y lo hirieron de
gravedad. Quedó sola con un niño recién nacido. Jamás se le volvió a conocer una pareja y
siempre tenía a su lado a su pequeño Luisito.
Desde
muy pequeño, el niño mostraba intereses muy diferentes a los de un varón. Le gustaba jugar entre los trapos y trazos de
tela que había en el taller de costura de su madre. Se ponía coronas y simulaba ser una
princesa. “¡Mira mamá, qué linda soy!”,
le decía mientras ella sonreía y le respondía que sí. Sus empleadas la miraban con desacuerdo y le
decían que si le consentía esas acciones lo alentaría a que tuviera tendencias
afeminadas. A lo que María respondía:
“Si él es así, aunque lo mande a un colegio de militares, eso no hará la
diferencia. Como él se vea feliz, así lo
dejaré ser”
Pasó
el tiempo y Luis llegó a la adolescencia remarcando lo que era más que
evidente: él sentía que era una mujer.
Se dejó el cabello largo y lloró amargamente cuando en la secundaria le
exigieron cortárselo. Esto provocó que
se mudaran a Monterrey, México. Luis le
decía a su mamá con tristeza: “Mami, no me siento un hombre, no quiero ser
uno. Me siento diferente por
dentro. Dime, ¿esto es normal? No quiero
ser un monstruo”. María estaba
consternada, pues no quería que su pequeño sufriera y fuera discriminado, así
que lo inscribió en un colegio donde le permitieron asistir cuando comenzó su
transición de hombre a mujer.
Pasaron
los años y María veía con orgullo que su hijo era feliz. En un año más empezaría el tratamiento con
hormonas y lo vería ya casi transformado, situación que a él le emocionaba
muchísimo. Tanto Luis como su mamá se
ganaron muchos enemigos. Los tacharon de
impúdicos o que estaban haciendo algo malo, pero ella jamás dejó de
apoyarlo. Perdió algunos clientes que
rechazaban las tendencias de su hijo, así que tuvo que recortar gastos, pero no
dejó de lado los sueños de su heredero.
Luis se dio cuenta de esto y trató de ayudarla. Con sus estudios y unos pocos ahorros que
tenía abrió un pequeño salón de belleza.
Poco a poco le fueron llegando clientes y el negocio empezó a prosperar.
Luis,
ya con 30 años, casi totalmente transformado, es conocido como Lucía. Hizo que
su mamá trabajara con él apoyándolo en el diseño de trajes y maquillaje para
modelos. En la actualidad es una de las
maquillistas más buscadas en la ciudad.
Tiene dos años con su pareja y piensan en formalizar pronto. El sueño de ser mujer está casi por volverse
realidad para Luis.
María
le sonríe cada vez que la observa, hermosa, alta, decidida y trabajadora. Es su orgullo y aunque aún le preguntan cómo
le hizo para aceptar su cambio, ella sólo contesta: “Sólo lo dejé vivir a su
manera para que fuera feliz”.
Y
tú amiga lectora, ¿Tendrías el valor y el coraje para dejar vivir a tus hijos a
su manera, sea cual fuere su decisión, con tal de verlos felices?.
Autor:
Dra.
Anna Castel (Vivencias, Redac. Mazatlán)
@AnnCastelazo
Nota:
Foto tomada de internet.- Con el debido respeto de autoría, si ocasiona molestias, será retirada.