domingo, 24 de enero de 2010

Confesiones de media noche



Confesiones de media noche


Es ya muy tarde en el centro de Sinaloa. La ciudad duerme su mas profundo sueño, liberando fatigas rutinarias. Mis pies descalzos y frágiles, tocan las sombras del sol de media noche.

No puedo dormir. Miles de pensamientos revolotean arañando y golpeando las paredes de mi mente, como si fueran pájaros nocturnos, buscando una salida, un escape, una solución a todas las preguntas sin respuestas que, como luciérnagas venturosas, iluminan en supremo silencio, acariciando la espera de mi deseo, de lograr vaciar en un papel, todo el cúmulo de emociones vividas en un puñado de tiempo muy corto, quizá deseando encontrar la razón de una respuesta tan esperada.

Me siento a la deriva de las circunstancias que no propicié. Todo llegó de golpe y con demasiada prisa a mi vida. Me siento aturdida, invadida de una dulce confusión que me atrapa y me extasía, caray... ¡Qué paradoja!

Yo, la musa soñadora, de labios sensuales y tierna mirada....coleccionista de ilusiones, sueños y fantasías, que se dio el lujo de disfrutar su niñez a fin de estación, que vivió tan intensamente a la niña-mujer que vio nacer de sus sueños, para vivir despierta esos sueños, y que durmió a veces, solamente con el ánimo de escaparse de la realidad.

Una pobre loca enamorada de lo desconocido de instante en instante, montada en las alas de una mariposa que no existe. Una pobre loca que se volvió SER, llenando día a día sus bolsillos rotos, de promesas inciertas, que abrazó al aire para no sentirse vacía, se aferró a si misma para no dejarse morir, y que permaneció con los ojos abiertos en la oscuridad sedante del cuarto de su vida, para no dejar escapar la luz...¡Qué ironía!...

La noche es cautiva de sus ojos, y juega a que está despierta cuando duerme, porque no quiere dormir cuando despierta, para seguir atrapando a la luz. Prefiere no pensar y sentir, porque le hace feliz, saber que las cosas mas raras e inusitadas ocurren cuando menos las espera.

No me gusta ser perfeccionista, pero adoro el orden que establezco, y detesto a veces que las cosas salgan fuera de mi control. Sin embargo, esta vez no me importa, solo me dejo llevar por la palabra escrita de alguien que no conozco. Me dejo seducir por esa presencia que me busca de día a la distancia para saber si estoy bien, o si necesito algo. Me dejo cautivar por esa voz que me llama de noche para decirme: ¡Descansa tesoro y hasta mañana amor!

Doral.

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