lunes, 27 de junio de 2011

"Me aguanto todo por mis hijos"


"Me aguanto todo por mis hijos"

Es evidente que el individuo es producto de su medio, y que las culturas son las que marcan la pauta de las conductas sociales y las actitudes humanas en particular. Por ejemplo en la cultura del mexicano, como también en la de otros países de latinoamérica, aún prevalece el machismo en el hombre y la sumisión de la mujer, y en nombre del amor, del matrimonio o de la unión libre de pareja, se cometen muchas arbitrariedades respecto a los derechos individuales tanto del hombre como de la mujer, y quienes pagan la peor consecuencia finalmente son los hijos.

En este marco, es prudente señalar que la mujer en especial, tiene una buena dosis de participación en este acto de "delincuencia" o crimen moral. ¿Porqué no decirlo así?. El hecho de constituirse en una cómplice callada, disfrazada de mártir o de heroína, la convierte en una persona que da su anuencia misma, o su permiso para ser maltratada, ¿cómo sucede esto? veamos:

Hay mil formas de convertirse en una víctima principal por su propio gusto, una especie de masoquismo de la mujer que en verdad le gusta sufrir... es en serio: ¡Disfruta su sufrimiento!, llora, sufre y patalea... se convence a sí misma que con tantas lágrimas y sacrificios ya tiene ganado el cielo, y que entre más sufra, más pronto se ganará la gloria, ¿Pero cuál cielo y cuál gloria?, más bien eso huele a sacrilegio porque de ninguna manera el ser humano nació para sufrir, sino para ser feliz, para reír, para aprender, para progresar, para crecer en todo sentido y para alcanzar todas las cosas que se desean en esta vida. El ser humano no nació para encerrarse en un cuarto oscuro a autocompadecerse, a minimizarse, a limitarse, a anularse, a sobarse el ego, a lamerse las heridas como si fuera un animalito desvalido y a la vez, sentirse la persona más miserable de este mundo:

"Es que nadie me quiere", "Es que yo no tengo suerte", "Es que yo estoy salada", "Es que yo no nací para ser feliz", "Es que el amor no se hizo para mí", "Es que nadie se va a fijar nunca en mí", "Es que mi vida es estar siempre sola", "Ese es mi destino", "Yo no tengo futuro al lado de nadie", "Todos se burlan de mí", "Todos quieren a la mujer más esbelta y perfecta", "Yo no tengo ni en qué caerme muerta", "Estoy gorda", "Padezco de resequedad en la piel" y a parte estoy deprimida, no tengo ganas de salir ni de hacer nada... puf; ¡Una verdadera historia de calamidades, tristezas y sinsabores! y para colmo: La amargura a flor de piel, y la verdad de todo esto, es que a nadie le resulta grato vivir y convivir con una persona tan negativa y amarga que siempre se está quejando de todo y por todo.

Pero con todo respeto, hay mujeres que viven todo lo contrario en su casa, están casadas o arrejuntadas, tienen su vida en pareja y les fascina depender de su hombre para todo. Al hombre lo consideran como un adonis, un coloso, un apolo o un Dios al que hay que obedecer ciegamente y atenderle todas y cada una de sus solicitudes y al que hay que pedirle permiso hasta para salir a la tiendita de la esquina, ¡Es el colmo! ¿Cómo es posible desindividualizarse de tal manera?, perder de plano todos los derechos que se tienen como ser humano y como mujer.

Y todavía vamos más allá; estas mujeres siempre encuentran a un chivo expiatorio encima de sus pretextos y excusas para no reconocer que viven el error más grande de toda su vida abrazando su propio conformismo cómodo y holgazán: El acceso diario a su propia ignorancia y pobreza espiritual: "Es que me aguanto por mis hijos"

¿What? ¿Que se aguanta por sus hijos?... ¡Vaya, por Dios!, eso no se lo cree ni ella misma, ¿cómo que por sus hijos?... ¡Valiente agarradera se encontró!, caray... valerse de los hijos para ocultar su cobardía de hacerle frente a sus problemas, miedo a la soledad, miedo a estar sin un hombre a su lado que le resolvía todos sus problemas, como si ella no tuviera brazos para trabajar, una inteligencia para pensar, un par de pies para caminar y buscarle a la vida... ¡Ah; pero cómo dejar la dependencia de la comodidad de su hogar!, que trabaje el viejo que para eso es el hombre ¿verdad? ¡Pues nó señoras! esos tiempos ya pasaron, es hora de levantarse de su pereza milenaria y salir a los campos de actividad, precisamente porque ya no tiene porqué estar atada ni esclavizada a las cuatro paredes esperando a que su hombre le traiga de comer. ¡Tómese la molestia de saber lo que se siente trabajar señora!

Y con todo esto, no queremos decir que la mujer que está y se ve tan bonita con su mandil de ama de casa cotidianamente no trabaja... ¡Claro que trabaja!, pero el trabajo del hogar es una bendición, un privilegio, un gran honor, una alegría, una ilusión acomodar las recámaras tarareando la canción que más nos gusta, meterse a la cocina y disfrutar del olor de la comida, decorar y perfumar la sala, cortar las hojas secas en el jardín, sentarse a leer el periódico mientras llega el esposo y los hijos y por la tarde hasta darse el placer de ver las telenovelas. Qué sacrificio tan grande ¿verdad? caray, ¿cuántas señoras que realmente sí trabajan fuera del hogar, desearían tener ese gran gusto de disfrutar un día... un sólo día completo de su bendito hogar?

No defendemos la infidelidad, ni las malas maneras del hombre, pero es justo reconocer que algunos señores se cansan de vivir esta situación tan incómoda para ellos y explotan como palomitas de maíz, y en gran parte no es suya toda la culpa, la mujer contribuye para que el hombre se harte porque los dineros que lleva a su casa no alcanzan, porque su mujer siempre está enojada, malhumorada, desaseada o permanece todo el santo día en su camisón de dormir, llega la noche y nomás se lo cambia por otro, y eso es ... ¡Todos los días!. El hombre reclama, la mujer se ofende, le grita, el hombre grita más fuerte, la mujer lo insulta, él le devuelve el insulto con un par de golpes... Ah; pero ella que es tan sufrida, dice que... ¡Todo lo aguanta por sus hijos!

¿No creen ustedes de que ya es hora de que enfrentemos nuestra realidad con valor y sin hacernos tanto las mártires?, ya que finalmente y después de todo; lo que se vive diariamente en el interior de nuestro hogar es el patrón exacto, de lo que vivirán nuestros hijos en su futuro, ¿Eso es lo que tú quieres mujer? Obsérvate, mírate cómo gritas, cómo te quejas por todo, cómo exiges, cómo te comportas, cómo te evades, cómo te estás limitando tú misma como madre, como esposa, como amiga, y finalmente, cómo te anulas tú misma como mujer. No digas que te aguantas todo por tus hijos porque eso no es cierto y tú lo sabes; lo sabes perfectamente bién, no te mientas, no te engañes, te aguantas porque tienes miedo a reconocer que muchas cosas que podrías lograr, ni siquiera te has atrevido a intentarlas ¿y cómo saber de lo que eres capaz si ni siquiera lo intentas?

Vamos... Arriba mi guerrera amazona, tira la toalla de la timidez, del intimismo, de la desolación, de la agonía, de la comodidad, del siempre depender de los demás y rompe las cadenas que te atan a tu esclavitud oscura, házte oir, haste escuchar, HASTE VALER, lucha por tu ser, porque créeme si no luchas por tí misma, nadie jamás lo hará por tí, y un día cuando tus propias hijas crezcan y se vayan de tu lado, repetirán tu historia y con profundo dolor las escucharás decir a ellas tambien: "Mamá; mi marido me pega, me maltrata, pero no puedo dejarlo, porque debo aguantarme todo por mis hijos" ¿y de qué podrías quejarte? si es exactamente lo que tú les has enseñado. Eso es todo.

Con mis respetos y cariño siempre,

Doral.

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