lunes, 11 de marzo de 2013

Lávate los dientes, o lo lamentarás toda tu vida.


Lávate los dientes, o lo lamentarás toda tu vida.

Qué fácil… ¡Pero qué fácil parece mantener las emociones bajo control!, y hasta nos atrevemos a veces a dar consejos a nuestras amigas: “No seas tonta, no sufras más por ese hombre que no lo merece”, “Oye, ¿para qué te preocupas tanto si no vale la pena?,  ¿Te vas a tirar a matar por esa situación que ya no tiene remedio?, ¿Para qué lloras tanto?... ¡Te vas a enfermar!, etc., Pero no te toque a ti recibir una decepción amorosa, una noticia grave o un gran impacto emocional  en tu vida, porque por más fuerte y entera que seas, ¡Te tambalearás mujer!.

No importa la profesión, la raza, el credo, la nacionalidad, país, cultura o sistema de creencias que se tenga, la psique humana funciona de la misma manera y el mecanismo de defensa siempre es igual en todos los seres humanos del planeta tierra… ¿Y que algunos tengan una actitud diferente?, -Quizá sí ayude un poco- y marcará una enorme diferencia, pero eso no exime a nadie de sufrir tremendos impactos y hasta dolores de cabeza ante lo inesperado.

Pongamos un ejemplo:

Supongamos que te jactas de ser una mujer precavida y que toda tu vida has tenido cuidado con el aseo personal de tu boca y te has sentido muy bien por ello. Te cepillas los dientes después de comer las tres veces al día, y no tienes nada que temer, ni nada de qué preocuparte. Pero resulta que al cabo de un tiempo, observas que tu dentadura empieza a ponerse “blandita” y que debes correr a visitar a tu dentista porque tus piezas dentales se están empezando a mover, e incluso debes comer con cuidado porque no sabes qué es lo que te está pasando.

Muy preocupada acudes a tu médico y al revisarte, éste te da un pase automático con el especialista en Periodoncia e Implantología y enfermedades en las encías… ¡Te sacudes insufacto! Y pensando mil cosas, en el camino al Periodoncista te preguntas: ¿Qué está pasando conmigo  si nunca he descuidado el aseo de mi dentadura?, ¿Serán mis hábitos alimenticios?, siempre estoy comiendo a la carrera, no mastico bien los alimentos, o…  ¿será la edad?... ¡Ya paso de los 45 años!, o… ¡Ya cumplí los 50 y más!, ¿Será acaso descalcificación? ¿O qué carajos será?... ¡Esto nomas me faltaba!.

Empieza allí el diálogo interior desesperado, revisas el pasado en cuestión de segundos, y tu mente también contempla posibilidades en cuestión de segundos: “Dios mío, qué voy a hacer, ¿Cuánto me irán a cobrar?, ¿Cuánto tiempo me van a tardar?, ¿Dolerá mucho lo que me van a hacer?, ¿Cómo me voy a ver?, ¿Quedaré molacha?... ¡Qué horror!

El pánico empieza a hacer presa de ti, pero en el fondo conservas la esperanza de que no todo sea tan grave como parece, sin embargo al estar frente al especialista en encías, sus palabras te acaban de noquear. Te ha revisado tus encías y te dice: “Voy a necesitar un estudio maxilofacial completo”, necesito tomarle 14 placas de radiografías dentales, va a tener que hacerse estos estudios de laboratorio, en el lugar que usted prefiera… ¡Madre de mi alma! Son cinco estudios de laboratorio: Biometría hemática, Química Sanguínea, Plaquetas, Tiempo de coagulación y hasta VIH, ¿Para qué carajos quiere hasta un estudio de Sida?, te preguntas ya molesta y hasta enojada con el médico o hasta contigo misma.

Pero eso no termina allí, ya tus manos se saturaron de ordenes médicas y encima todavía el periodontólogo te dice:  “ ¡Ah, y por favor de paso, necesita ir al depósito dental y comprará este material que vamos a necesitar”:  ¿Un Kit completo de limpieza dental?, ¡Esto es el colmo!, como si yo no tuviera mi cepillo dental, mi pasta y hasta mi enjuague bucal… ¡Pues no basta! Y veremos por qué:

Desde niñas(os) crecimos con la idea de que lavarse los dientes evitaría caries e infecciones y hasta te lo repiten en casa, en la escuela y en los libros de texto: “El aseo de tu boca garantizará tu dentadura sana… dientes sanos, vida sana”. ¿Pero te enseñaron acaso cómo lavar tus dientes?, ¿Te dijeron acaso la forma cómo manipular el cepillo dental de arriba hacia abajo por ambos lados?... ¡Y cepillarlos hasta las encías! ¿Verdad que no?.  ¿Te enseñaron acaso a cepillar tu lengua y retirar con otro cepillo especial, las bacterias allí acumuladas?,  o bien… ¿Te enseñaron que el complemento de todo ese ritual de limpieza, debería ser complementado con el hilo dental y con la famosa pastillita que detecta las colonias de bacterias que no cepillaste bien?, seguro que cuando terminaste de hacer el aseo ya no te quedarán ganas de volver a comer nada en todo el santo día.

Molesta la mujer se lo comunica abiertamente a su médico: “Oigame pues al paso que iré, nomas voy a hacer una sola comida al día, porque el resto me la pasaré limpiando mis dientes y mis encías… ¡Ah!, pero el médico le responde: “No; yo no le voy a prohibir nada, puede comer lo que desee y a la hora que desee, pero recuerde que cada vez que coma algo, un dulce, una galleta, un panecillo, un café o un té, deberá limpiar nuevamente su dentadura tal como se lo estoy enseñando”… ¡No pues así por las buenas, hasta voy a bajar de peso! –Se queda refunfuñando para sí misma, la pobre mujer espantada-

En fin; entre los estudios de laboratorio, el estudio de maxilofacial completo, las placas de radiografías dentales, la compra del kit de limpieza dental…. ¡Y las dos consulta médicas!, allí se le fue toda la quincena a la pobre mujer que aún no empieza el tratamiento, y cuando su médico le informa cuánto le costará dicho tratamiento que consiste en cinco cirugías y dos implantes provisionales… ¡Casi le da un infarto!, y eso que todavía falta ir por el presupuesto del otro médico llamado Protesista, el cual deberá dictaminar cuáles piezas dentales salen y cuáles deberán salvarse… ¡Del puro susto  a la mujer ya le dio taquicardia depresiva! Y ahora hay que hacer cita con el cardiólogo… ¡Para variar!, creo que sería mejor darse un tiro o quedarse muda todo el fin de semana, tratando de asimilarlo…  ¡Confía en ti, confía en la Ley de Atracción! –le dice alguien- tú estás bien y estarás mejor, anímate, trata de comer algo para que tengas fuerzas:  “¡NOOOOO, NO TENGO HAMBRE! y encima los dientes se me van a volver a ensuciar”… Caray, ¡Terminas toda paranoica!

¿De qué te dan ganas?, de no volver a abrir la boca en toda tu vida, ¿Qué remedio?... Te tienes que volver a lavar los dientes... ¡Y con todo y encías!, o lo lamentarás el resto de tu vida. ¡Ah, y no olvides lavar los cepillos con bastante agua y con jabón!.  Eso es todo.

Con mis respetos y cariño siempre,

Psic. Dora Lidia Pérez Rochín (Doral)

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