martes, 11 de marzo de 2014

MAMA NO ESTÁ.

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MAMA  NO  ESTÁ

Ocho meses tenía Miguel cuando su papá lo encontró solo con su hermano de diez años y su hermanita de ocho.  Su mamá se había ido desde hacía dos días, sin mirar atrás, con un vecino de la cuadra.

Su padre, muy joven en aquel entonces, no podía creer que la mujer que tanto quería y a quien había aceptado con sus dos hijos como propios, resultara capaz de hacer eso.  Tomó las cosas de los tres niños y se dirigió a la casa de los abuelos de Miguel.  Desde ese momento, ellos se hicieron cargo del niño y aceptaron a los otros dos aunque no fueran sus nietos.

Al poco tiempo, supieron que la mamá estaba en Tijuana y esperaba otro hijo del hombre por el que abandonó al padre de Miguel.  Él, mientras tanto, crecía recibiendo de sus abuelos un amor incondicional.  Papá no estaba en condiciones de dárselo, pues el abandono de mamá lo dejó hundido, deprimido.  Pasaron los meses y ya con el nuevo hijo, la madre reclamó a los niños, llevándose a los medios hermanos, no así a Miguel pues ni sus abuelos ni su padre lo permitieron.

Miguel creció y era un niño enfermizo.  A los nueve años, tuvo problemas con las anginas y se sometió a una operación que se complicó y se ahogó en su propia sangre, provocándole repercusiones en el corazón, como una especie de soplo.  Cuando pensaba en mamá, creía que se había ido por otros motivos y de su abuela recibía el amor que ella no le daba.

Un día, una tía paterna que oía a Miguel decir que tenía ganas de conocer a sus hermanos, tuvo a bien contarle la historia completa: que mamá se fue con otro hombre, luego éste la abandonó y tuvo otros dos hijos con dos hombres más.

Para entonces, Miguel tenía ya trece años.  Estaba en la secundaria y era un estudiante regular.  La declaración de la tía lo hizo sufrir mucho y odiar a la mamá que lo dejó.  Fue entonces cuando hizo caso a las invitaciones de sus amigos de la escuela, que fumaban mariguana.  Un día que estaba a punto de agarrarse a golpes con un compañero, otro le dijo: "cálmate" y le dio un cigarro de mariguana.  Ese fue el primer contacto de Miguel con las drogas, aunque los abuelos no supieron porque tenía buen cuidado de fumar en la calle.

Llegó a la preparatoria y allí, alguien le ofreció cocaína y por qué no, le entró también empezando un camino que lo hizo abandonar la escuela.  Dijo a los abuelos que quería trabajar y ellos aceptaron.  Papá ni se metía.  Entró a trabajar en un laboratorio de análisis clínicos.  Allí los compañeros le mostraron otras drogas que él probó.

Ese camino era sinuoso, más tomando en cuenta las secuelas de la operación de su niñez.  Un día vino su madre desde Tijuana: quería conocerlo pues no lo veía desde que tenía ocho meses, cuando lo dejó.  Miguel estaba lleno de coraje y no quiso, prefirió irse a Mazatlán a visitar a unos tíos.  Más porque no podía entender que su padre, después de todo lo que hizo su madre, todavía intentaba regresar con ella, aunque no funcionó y ella volvió a Tijuana.

Las drogas han sido el falso refugio de Miguel, más fuertes en muchas ocasiones que Janeth, la novia a la que ama, vecina de su colonia.  Ella intenta que él deje las drogas y vive en esa constante lucha, pero aún no lo ha logrado.

Un año después de que se negó a conocer a su madre, sufrió una sobredosis de cocaína y fue a dar al hospital, con un pre-infarto.  Cuando estaba en urgencias, intentó salir y al levantarse tuvo un infarto.  Permaneció una semana internado, dañado física y emocionalmente.

Hoy Miguel tiene 23 años y cuatro en una lucha constante por abandonar las drogas.  Decidió volver a la preparatoria y estudia en el turno nocturno.  Las dejó por cinco meses yendo a un grupo de Alcohólicos y recayó, lo vuelve a intentar y lo logra por días y hasta semanas, pero tanto en su colonia, en su trabajo como en la preparatoria, encuentra quién le ofrezca.  Él ya no quiere, porque tiene ahora una meta: estudiar, entrar a la profesional y ahorrar para casarse con Janeth.

A su mamá ya la ha perdonado, aunque acepta que fue muy dura la vida sin ella.  Ya la conoce, pero no convive con ella, ni acepta sus invitaciones para irla a visitar.  En una carta que probablemente nunca llegue a sus manos, le dice: "Los días más difíciles mamá, eran los de las madres.  Veía a mis amigos con sus mamás y yo no te tenía a ti para abrazarte y festejarte".

Miguel considera que su mamá cometió muchos errores, aunque él no es quién para juzgarla.  Sus ojos, sin embargo, muestran la añoranza de esa mamá que no estuvo con él. Su lucha con las drogas está ahí, pero mamá no está. Mamá se fue.

Fuente:
Dra. Yesenia Zazueta Jiménez
FéminasMagazine
Producción: Culiacán, Sinaloa
Contacto: feminasmagazine@hotmail.com
Foto: Tomada de internet.
Responsable de publicación: Doral.

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