martes, 16 de noviembre de 2010

Mujer, ¡Atrévete a ser tú misma!



Mujer, ¡Atrévete a ser tú misma!

Amigas queridas:

La evidencia del futuro incierto sobre cualquiera de nosotras, o de cualquier otra persona de nuestro mundo, acarrea día con día, muchas preocupaciones, angustias, ansiedad moral, ansiedad neurótica, ansiedad por la realidad, perturbaciones (algunas leves, otras graves y otras de corte psicótico), nadie sabe lo que sucederá en la vida, y las quejas desveladas no se hacen esperar:

"No tiene sentido mi vida", "Yo no sé para qué estoy estudiando", "¿Para qué me arreglo si nadie se va a fijar en mí?", "No quiero ir a esa fiesta porque no conozco a nadie", "¿Para qué me dices eso si no me importa?", "Ya no tengo ganas de ir a trabajar, total que nadie se fija lo que yo hago", "¿A quién le importa si yo estoy enferma?" "¿Qué importancia tiene lo que pase ya?", "Me siento una fracasada, todo me sale mal", "Tanto para nada, qué ridicula me siento", "No sirvo para nada, soy una mujer torpe, una inepta, una mujer sin suerte, no veo nada claro en mi vida, no sé lo que está pasando conmigo"

La pobre mujer atormentada, está aferrada a los barrotes de la cárcel de sus fracasos, se ha inventado un sin fin de mecanismos de defensa porque no quiere, o teme salir de su claustro involuntario de frustraciones, ¡Le duele su realidad, le duele mucho!, pero no sabe cuándo, cómo, ni el porqué ha llegado a ese estado tan lamentable de conflictos emocionales sin freno, ¡La mujer se siente acosada, hostigada y maltratada por las cargas de la realidad de su vida, para los cuales no estaba definitivamente preparada!

Y al no sentirse capaz de aceptar y afrontar las demandas aceleradas de la sociedad, de su familia, de sus amigos, de sus compañeros de trabajo, sus vecinos, y de su entorno en general, la vida se le ha complicado al grado de que ya no desea más que aislarse, pasar desapercibida, dejar de figurar en los círculos donde antes brillaba con su luz propia y era el centro de atención de todo y de todos.

¡La mujer está sinceramente cansada, agobiada, enajenada!, no sabe cómo funcionar en ningún terreno: Ni en el físico, ni en el social, ni en el emocional, ni en el psicológico, etc, y por si fuera poco, su alma sufre y padece de una terrible anemia espiritual, ¡Se siente debastada por su propio desaliento!, no entiende qué causas son las pueden ocasionar que se sienta tan mal con todo y hasta desearía huir de todos y hasta de sí misma. Y sucede que en realidad su vida ha estado girando alrededor del mismo círculo vicioso:

"No puedo cambiar", "Qué fregados me pasa", "Estoy tan harta de todo", "Me siento tan insignificante", "Tengo ganas de llorar", "Tengo ganas de irme lejos", "Ya no puedo más..." Y es excelente que la mujer ya no pueda más, que se sienta vencida, que toque fondo, que vaya más allá... ¡Que se sienta perdida!, ¡Que se sienta suspendida entre el cielo y el infierno!, es bueno, es genial, es excelente, ¿saben porqué?, porque es el estado ideal, en la que mujer ya no podrá poner más objeciones a su situación presente, y ahora sí se decidirá realmente a modificar sus conductas, sus actitudes y su comportamiento.

Alguien dijo: (no recuerdo quién) "Cuando creamos la visión del futuro y examinamos los retos actuales, se ve claramente la existencia de una brecha enorme de transitar. Las acciones normales, las cotidianas, las de siempre, no van a cerrar nunca esa brecha. Lo único que va a cerrar esa brecha es el compromiso que tengas contigo mismo(a)"

¿Y qué es el compromiso?. Es el poder de una persona para transformar su visión en una dulce realidad. Es la fuerza que mantiene firme a la persona, cuando ella cree que ya no puede más. Es la fuerza que mantiene firme a cualquier persona, cuando otros le dicen que realmente ha fracasado y que verdaderamente ya no podrá más. Es la fuerza que nos mantiene avanzando, sin importar los obstáculos, ni el qué dirán o qué pasará. Y que finalmente nos daremos cuenta de que la única responsable de mí, soy yo. Nadie puede hacer por mí, lo que yo no quiero hacer ya por mí misma. Que yo no soy un ser pleno, completo, lleno de satisfacción y gozo, que sufro de imperfecciones, que perfecto sólo es Dios, pero que su amor es tan grande y su poder último tan infinito, que por fin me he dado cuenta de que yo soy una manifestación de Él. Que Él es mi padre Celestial y que no hay fuerza ni poder más grande que pueda sostenerme con tanta misericordia, o capaz de levantarme tan firme de toda mi aflicción.

Cuando la mujer toca fondo en su dolor, es más fácil que resurja de nuevo porque ya no tiene otra opción de dónde escoger, ya no hay más nada a qué apelar, ni más espacio para dónde hacerse, ya no hay nada ni nadie más de dónde sujetarse ni de quién esperar.... ¡Ha tocado su propio fondo! y allí sí que de plano... ¡Es vivir... o morir!

Por supuesto que lo ideal sería no llegar a esos extremos para darse cuenta de que hay muchos motivos para vivir, que la vida es muy hermosa aún con todas sus carencias y exigencias, y que no todo es tan malo como parece, pues quienes han llegado a tocar fondo en el dolor, saben perfectamente que tomar las cosas como son, sin mezclar tanto los sentimientos (o mejor dicho, los sentimentalismos baratos), es el camino más corto para aprender a sentir más hondo y a pensar más claro, y que sobre todo, se habrá abandonado para siempre el vicio de ser un producto de imitación, que aprendió con dolor a ser ella misma, la dueña y señora de su destino, de su suerte, de su alianza con Dios, y la única reina de su propia vida.

Con mis respetos y cariño siempre,

Doral.

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