martes, 30 de noviembre de 2010

¿La desidia vive en casa?



¿La desidia vive en casa?


¿Qué significa realmente la palabra desidia?, bueno… habría muchas formas seguramente para responder a esta pregunta, pero la más común quizá sería que implica holgazanería. Una persona que siempre está posponiendo las cosas, que siempre tiene excusas y pretextos para dejar de hacer las cosas que debe y le corresponde hacer en su momento:

“Ay, no, qué flojera”, “Mejor después”, “Eso lo puedo hacer mañana”, “Total que no urge”, “Mejor hazlo tú”, “¿Y yo por qué?... ¿Eso te corresponde a ti”, “Pues sí, pero no estoy de humor ahora”, “Qué pereza, no me gusta hacer eso”, “Después lo hago”, “Al rato”, “Mejor lo dejo para el último”, “Total que ni quería”, etc.

¿Cuántas cosas, eventos y personas dejamos ir de paso por la vida, por culpa de nuestro consabido descuido, negligencia, dejadez, inercia, pereza y por demás desaliño, falta de ganas de actuar y falta de interés en lo que nos corresponde hacer en su momento?, eso además tiene otro nombre (muy feo por cierto) que se llama: ¡Irresponsabilidad! (pariente de la inmadurez)

Pero lo peor de todo es que, debido a esa palabrita fuerte y certera que a nadie le resulta tan grata, también se incursiona en otras incompetencias de nuestra parte. Por ejemplo cuando padecemos de algún malestar, dolencia o enfermedad ¿qué hacemos?, lo primero que hacemos es ir al médico para que nos revise, ¿verdad?. Pero si el médico decide que nuestra enfermedad no se curará con un simple analgésico para el dolor, sino que necesitamos de todo un tratamiento, él sabrá porqué decidió darnos el tratamiento.

El médico por supuesto, no sólo conoce de anatomía humana, física o biología, sino también de química y farmacología, él sabe que si receta ese medicamento, está bajo su estricta responsabilidad fijar los horarios para que el medicamento sea tomado, inhalado, untado o inyectado por su paciente para que surta el efecto correspondiente, y no haya otro tipo de complicaciones, pero…

¿Qué solemos hacer regularmente nosotros con el famoso tratamiento?. Vamos a la farmacia, compramos los medicamentos, nos tomamos la primera pastillita, o cucharadita de jarabe, o la primera inyección, y ¡Oh, sorpresa… nos empezamos a sentir aliviados!, qué maravilloso y hasta mágico resulta sentirnos bien ¿cierto?, quizá hasta nos dormimos a pierna suelta y ¡Zas! Que se nos pasó la hora de tomarnos la siguiente dosis del medicamento, nos la tomamos dos o cuatro horas después de la indicada por el médico, o nos tomamos juntas las dos dosis porque ya casi es la hora para ingerir la siguiente:

¡Hey… momentito por favor! ¿Qué pasó allí?

¿Quiénes somos nosotros para decidir el cambio de horario para ingerir los medicamentos? ¿Somos el médico acaso? ¿O porqué nos determinamos en tomar decisiones que creemos que son las mejores? Y luego hasta nos quejamos: “Ese médico no sirve para nada”, “No me alivió mi padecimiento”, “Ahora me siento peor”, “Y encima me cobró bien cara la consulta”… “Y de pilón, el desgraciado matasanos me tuvo esperando una hora para recibirme”

¡Por favor señoras!

No es culpa del médico que haya tanta desidia en casa, tanta irresponsabilidad de no tener cuidado ni seriedad para tomarnos o darles a tomar a tiempo los medicamentos a nuestros seres queridos si realmente queremos que se curen.

Y lo más triste, no es que solamente sigue enferma la persona, sino que encima corre el riesgo de hacerse inmune al medicamento ingerido de manera aislada, por que se durmió su “enfermera”, o porque se durmió él o le dio flojera levantarse y prefirió no seguir el tratamiento al pié de la letra tal como su médico lo indicó, o prefirió seguirlo él a su manera, como le dio la gana o quizá hasta peor, decidió suspenderlo definitivamente.

Las cosas por lo tanto, no son siempre como parecen amigas queridas, y que después de todo tenemos la obligación de (por lo menos) saber reconocer que para todo hay un momento en la vida, que debemos madurar y crecer, aprender a ser personas responsables con nuestros actos y los ejemplos que damos a los demás. Es importante todo esto, por una simple y sencilla razón que no tengo ningún inconveniente en señalar:

¡Todas las cosas que se posponen, son las que más estrés y mortificación nos causan en la vida! Y que además (esas cosas), son similares a las semillitas que dejamos de sembrar, justo cuando teníamos todas las oportunidades y herramientas para producir un excelente cultivo, pero que tu siembra no haya dado frutos, no es culpa de los demás sino de tu propia desidia y punto. ¿De qué te quejas entonces?

Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.

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