martes, 30 de agosto de 2011

¿Qué es realmente el duelo?



¿Qué es realmente el duelo?


Yo no sé (a ciencia cierta), lo que significa etimológicamente la palabra: “Duelo”, pero lo que sí me queda claro es que de alguna manera indica: Dolor, claustro, tristeza, luto y sufrimiento, por que es un sentimiento del alma, que duele, y duele “despacio”, a su vez, ese sentimiento de dolor profundo, se debe a algún tipo de pérdida que por supuesto es inesperada para el ser humano que muchas veces no está preparado ni capacitado para manejarla. ¡Cuando se sufre, todo es lento!, pero hay duelos o dolores más profundos y prolongados que otros, y aquí el factor tiempo, es el mejor aliado para quien atraviesa el dolor de una pérdida irreparable.

Algunos entendidos en la materia, como la Dra. Margaret Mead, antropóloga cultural estadounidense (1901-1978), aseguraba que el duelo es una respuesta afectiva o sentimental a la pérdida de lo que más se ama, puede ser un objeto muy querido, una persona muy amada, o una situación cualquiera donde la circunstancia de algún impacto inesperado, ha causado una herida psicológica profunda, un rompimiento interior que a veces no se puede explicar con palabras humanas, sea que le han lastimado amargamente el amor propio, o le han afectado brutalmente su status social, laboral, académico, familiar, etc., o simplemente un fuerte desplazamiento de emociones encontradas (disonancia cognitiva), con la cual tiene que lidiar la persona doliente, aún bajo los efectos depresivos consecuentes de su gran dolor inenarrable.

Por otra parte, tenemos la opinión muy personalizada del Dr. Ramón de la Fuente Muñiz, Psiquiatra Mexicano (1921-2006), Fundador del Instituto Nacional de Psiquiatría, y unos de los pilares de la medicina en México, profesor emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien en su libro Psicología Médica, cita los trabajos del Dr. Sigmund Freud (Padre del Psicoanálisis), para referirse al duelo como proceso psicológico, a las rupturas de las ligas de los apegos y al proceso de adaptación, reforzamiento o recuperación, veamos:

“¿Qué ocurre cuando la muerte nos separa de una persona querida? Si la muerte es súbita e imprevista, la reacción inicial es de incredulidad. Nos resistimos a aceptar el hecho irreversible. Algunas personas sufren un estado de Schock. Cuando la muerte de un ser querido no es súbita y ha sido imaginada muchas veces, el evento es menos traumático. La reacción humana inicial ante la pérdida inesperada es su negación. El proceso que se inicia con la negación del hecho, culmina con su aceptación y el restablecimiento del equilibrio. La fase siguiente es un estado de excitación, alarma, inquietud e hiperactividad, acompañado de alteraciones fisiológicas, tales como insomnio, pérdida de apetito, palpitaciones, depresión, apatía, lágrimas silenciosas, etc. La aflicción generalmente no es continua, sino que “viene por oleadas”, en el proceso de adaptación o búsqueda del objeto o sujeto perdido, o como comúnmente se cree, que las gentes tratan de buscar otras cargas afectivas sustitutas para “Llenar ese vacío que ha quedado en el corazón”.

¿Pero qué pasa cuando las personas atraviesan otro tipo de duelos profundos, como por ejemplo: Enfrentar regaños injustificados o humillaciones tremendas de manera inesperada e inmerecida, tener que agachar la cabeza ante las faltas de respeto, o exigencias desproporcionadas e injustas, alteración de normas de moralidad y sano juicio, patanerías de gente inconsciente, indolente, inmadura e irresponsable, prepotente y abusadora de su poder, como si toda la vida les fuera a durar ese “poder”. ¡También es un dolor muy grande tener que aguantar (por necesidad o por hambre), ese tipo de agresiones morales y psicológicas, contra la individualidad y el civismo humano.

Esto sucede muy a menudo en las grandes empresas laborales o instituciones públicas de algunos países del mundo (¿Para qué decir nombres?), donde muchas jovencitas tienen que soportar toda clase de morbosidades de sus superiores, o también las personas de la tercera edad que son arbitrariamente explotadas con trabajos forzados, cargas de trabajo exagerado con horarios extras y sin recibir ningún tipo de incentivo, salario o remuneración a cambio. Pero los pobres “viejos”, aguantan vara (como se dice coloquialmente), gracias a su capacidad, experiencia y constancia y se les van sus últimas fuerzas en la espera de ver llegar una entradita monetaria extra para llevarla a su hogar, misma que llega a medias (como si fuera una limosna), o lo que es peor, no llega nunca. Esa es otra forma de ir muriendo en trocitos de vida dolorosos cada día, con un sufrimiento callado que se convierte en duelo impotente y permanente ante las injusticias humanas del flamante pero increíblemente dañado siglo XXI del planeta tierra. Eso es todo.

Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.

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