lunes, 11 de octubre de 2010

Ellos, ¡También se sienten solos!



Ellos, ¡También se sienten solos!


Hemos hablado mucho sobre la soledad como mal de nuestro mundo, cuánto la padecen un buen porcentaje de mujeres solitarias, abandonadas, divorciadas, maltratadas, etc., y los estragos emocionales que con el tiempo puede llegar a ocasionar ésta, por la falta de afecto, inseguridad, desamparo, la tristeza, la melancolía, la añoranza, y por ende... ¡La depresión!

Pero a nosotras las mujeres, ni remotamente se nos ha ocurrido pensar que también algunos hombres padecen terriblemente de soledad y desamparo emocional, se quejan de que no encuentran a su pareja ideal y de que ya han "probado suerte" con muchas chicas y que ninguna les ha llenado su perspectiva, (o mejor dicho, su pupila).

Son hombres muy selectivos, solitarios, y muy independientes, que por costumbre, algunos ya han tomado la decisión de quedarse solos, y forman grupos de amigos para darse cita en las cantinas, en los bares, en las plazuelas, clubs, o en los lugares públicos y privados donde puedan hablar entre ellos libremente de sus inquietudes, experiencias y hasta de sus penas, se escuchan y se aconsejan entre sí, se identifican unos con otros y no resulta difícil entenderlos, tanto que, cualquier mujer al escucharles hablar quizá pensaría: ¡Pobrecitos, cuánto sufren, igual que nosotras!



Tal es el caso de don Rufino, hombre del campo, de oficio jornalero, 50 años y de origen indígena mixteco y de padres zapotecos (sur de México), él tiene ya muchísimos años trabajando la tierra, es un hombre muy solitario, afecto a la reflexión. Se considera un hombre honesto y trabajador, pero refiere no tener suerte con las mujeres. Su prioridad es encontrar pareja, sueña con tener una familia y todo su tiempo lo dedica a las labores del campo, excepto los domingos que es el único día de la semana que descansa y se "echa sus mezcalitos", (según sus propias palabras).

A nuestras preguntas, nuestro entrevistado responde amablemente, pero con la vista perdida en el horizonte, en demostración de añoranza y desamparo:

"Pos mire usté señorita, yo no soy un hombre vicioso ni vulgar, me gusta respetar a toititas las mujeres y siempre les doy su lugar, por onde quiera que yo ando, yo las admiro porque todas son muy bonitas, pero ninguna me hace caso cuando les hablo de amores. Tuve una mujer hace como 20 años, pero se me murió de cáncer en la matriz, nunca tuvimos hijos, yo soy solo, mis padres ya murieron y mis hermanos, pos quién sabe por onde andarán desparramados por la vida, hace muchos años no sé de ellos, desde que se fueron a trabajar a los Estados Unidos, no sé si todavía viven o ya se me murieron"

(Un suspiro mientras enciende su tabaco de hoja), y continúa...

"Yo antes era muy alegre, iba a todos los bailes que me envitaban, era muy bailador y popular en todas las rancherías, y a quien usté le pregunte, aquí todos me conocen, siempre he sido muy trabajador y guardo mis centavitos, pos pa' la que sea mi mujer, porque eso sí; yo no pierdo la esperanza de jallármela algún dia, no me importa onde tenga que ir por ella, yo la pienso cuidar y ponerle su jacal de piedra, soy muy de la casa (hogareño) y ya quiero ponerme en paz de mis andadurías, ya me estoy poniendo viejo y no quiero terminar solo en la vida, es muy fea la soledad y no se la deseo a naiden"



Este es uno de los casos típicos de aquellos hombres que dejan pasar la vida en la dulce espera de ver llegar por su camino a la mujer de sus sueños, tal como sucede a algunas mujeres, que muchas tienen el valor de madurar en la misma espera, mientras que en el inter, van conociendo todos los rincones de su propia soledad, tejiendo sueños y dulces quimeras. ¿Qué remedio? si no abundan los "Rufinos" por este mundo, sino todo lo contrario, nuestro mundo está plagado de rufianes, vividores, mentirosos, infieles y traicioneros que sólo buscan pasar el rato, sin importar las consecuencias de las huellas que dejan tras su paso, ¿Qué decirles? si ya tienen su castigo, siendo como son. Eso es todo.

Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.

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