domingo, 29 de noviembre de 2009

¿Esperas, o desesperas, mujer?



¿Esperas, o desesperas, mujer?


¿Qué les parece amigas si hoy nos metemos de lleno a conocer y comentar a fondo un tópico que no hemos tratado?

Un tema que quizá muchas de nosotras, preferiríamos ni leerlo, ni hablarlo por vergüenza a descubrirnos las chicas más impacientes e intolerantes de este mundo.

Cierto es que la misma vida no es un fenómeno estático ni inerte, sino una corriente que siempre está en constante movimiento en sus múltiples manifestaciones: Sale el sol y se esconde en su bellísima puesta, desde donde torna a volver a salir. Pasan las estaciones del año una a una con sus bellezas espectaculares y cada 365 días vuelven a pasar. Los días de la semana, los meses del año, los segundos, los minutos y las horas del tiempo, lo hacen de igual manera.

Y el ser humano no es la excepción: Nace, crece, se reproduce y muere, para continuar más tarde su viaje estelar, hacia el seno virgen de la inmortalidad, e integrarse a la energía crística sideral.

Vemos también como las constelaciones del zodíaco, los astros, cometas y estrellas se mueven. Todo tiene vida en la galaxia el aire circunda libremente, el agua corre por los bellos manantiales, grandes vertientes de los ríos y mares. El mismo planeta tierra en general, suele rotar sus movimientos para girar alrededor del sol. ¡Todo se convierte entonces en un movimiento traslatorio y rotatorio!

También la mujer suele rotarse, trasladarse y hasta girar en sus mismos círculos mecánicos de costumbres, errores, hábitos y vicios de los que no siempre sale tan bien liberada como ella quisiera. Y esto se debe a que la vida de la mujer es muy compleja y que su sistema nervioso central, la mayoría de las veces refiere alteraciones, o trastornos psicosomáticos, presentando a veces cuadros patológicos, muy difíciles de erradicar.

Pero lo más importante de todo esto, consiste en saber asimilar y equilibrar las percepciones que nos bombardean sin piedad con mensajes cerebrales no bien codificados, enviados, ni bien descodificados, o palabras que tergiversamos a nuestra conveniencia. Entonces todo se nos complica, llegando al grado máximo de no saber cómo reaccionar ante los eventos exteriores, porque no hemos aprendido a captar las señales que se emiten desde nuestro interior, ni sabemos interpretar los mensajes ajenos, ya sean corporales, verbales o escritos.

Por ejemplo: Cuando hablamos con nuestro compañero: “Me gustaría salir contigo hoy” –y el hombre le responde- “no puedo porque estoy ocupado ahora y más tarde tengo que ver a mi mamá”... “No importa, -le responde la mujer-, puedo esperarte” –La mujer insiste de nuevo- “Podemos salir después de que veas a tu mamá”, “Pero es que después de ver a mi mamá, tengo que ir al banco” –el hombre emite su resistencia a salir con la mujer-

Pero la mujer a veces en su necedad lo intenta de nuevo: “Yo puedo esperarte mi amor para después de que salgas del banco”... “Ah, pero es que después de salir del banco, quedé de verme con unos amigos” ¡Puf! ¿Qué mensaje más claro nos está comunicando nuestro hombre? ¡Obviamente el mensaje oculto en su resistencia es que no desea salir con nosotras! ¿Para qué darle más vueltas al asunto?

Entonces, para poseer una buena comunicación, son básicos tres puntos:

1.- Saber plasmar y emitir nuestras ideas, pensamientos y sentimientos.
2.- Tener bien claro el mensaje enviado o recibido.
3.- Asegurarnos de que nuestro mensaje fue bien recibido y bien entendido.

Mujeres hay que en verdad se convierten en presas fáciles de la desesperación cuando las cosas se salen fuera de su control. O cuando las cosas no salen como ella las planea. Lo mismo podría sucedernos cuando esperamos un bus y se tarda demasiado en llegar, empezamos a patear el suelo, miramos insistentemente el reloj, nos chupamos los dientes, resongamos, y hasta maldecimos al pobre bus porque no llega.¡Caray! ¿Pero qué nos pasa amigas queridas?

¿Y qué pasa cuando la mujer espera a su esposo en casa, y pasan las horas y éste no llega ni se dignó en comunicarse con ella, después de un arduo día de trabajo? ¡Dios… es el acabose del mundo! La pobre mujer se asoma cada 5 segundos por la ventana, se imagina mil cosas (no gratas por cierto), empieza a maquinar mil pensamientos negativos, se truena los dedos, guarda la cena y se dispone a preparar la escena de sátiras palabras hirientes, reclamos, insultos e injurias para agregarle al hombre (cuando llegue), supuestos que quizá ni existan.

¿Y los hijos? ¿Cuántas veces reaccionamos como fieras heridas ante algo que nos disgusta o nos impacienta?

“La que espera, desespera” dicen luego por allí, y yo me pregunto: ¿Qué ganamos con desesperarnos? ¿Vamos acaso a acelerar las cosas mostrando angustia, impaciencia y desesperación?

Y ni qué decir de aquellas mujeres enamoradas, que como muertas en vida, se van apagando en la espera de que el hombre de sus sueños se les declare, o que regrese a su lado. No quieren entender estas mujeres que la vida no espera a nadie. Y que la misma vida está compuesta de lindos momentos que no podemos ni debemos darnos el lujo de dejarlos ir de paso, ni de desperdiciarlos, porque ya no volverán jamás.

Y la verdad amigas queridas es que cada día de nuestra vida tiene su propio afán. Si hasta el día de hoy no han podido lograr sus sueños, si no han podido cuajar sus más elevados anhelos, si no han podido comprarse el vestido que tanto les gustó, si no han podido tener en sus brazos al hijo tan esperado, si no han tenido la oportunidad de estudiar una carrera profesional o si el hombre amado no puede estar a vuestro lado por alguna razón, o no han encontrado aún al hombre de sus sueños: ¡No se dejen devastar por su propio desaliento!, ya llegará su momento: Tarde o temprano todo llega en esta vida, aprendamos y dispongámonos a esperar con la frente muy en alto, pero con el corazón en paz. Eso es todo.

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Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.

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