miércoles, 4 de noviembre de 2009

¡Holocausto para un gran amor!



¡Holocausto para un gran amor!


Hemos visto a través de algunos temas, por no decir en la mayoría, que casi todas las mujeres nos aferramos a un amor que ha quedado atrás, no queremos soltar los recuerdos, nos seguimos aferrando a ellos como si fueran una reliquia milenaria, aunque nos duelan. Y es precisamente en este presente tema, en que vamos a ahondar un poco en ello, para ver de qué manera podemos ayudarnos a aliviar un poco nuestro dolor de ese amor que ya no tenemos a nuestro lado.

Cuando un ser amado se nos va, o cuando alguien de la familia se nos muere, pasamos por diferentes etapas en el proceso de duelo: Se sufre, se llora, no hay aceptación, no hay conformidad, pero al final sabemos que tenemos que enterrar a nuestros muertos, porque no podríamos aguantar el mal olor de la putrefacción.

Cuando un amor muere, cuando en una de las dos partes de la pareja el amor cambia de rumbo o de dirección, pasamos por las mismas etapas de duelo, nos desesperamos, sentimos que la vida se nos va con el muerto, porque aquél hombre que juró amarnos “hasta que la muerte nos separe”, no está más, ya no nos dirá, ”esas palabras tan lindas que tanto nos alimentaba el alma” ya no veremos más ese rostro tan amado por nosotras cada día al despertar.

Se escucha decir muy a menudo que DIOS no nos da una cruz más pesada de la que podemos cargar, sin embargo… muchas veces no nos empeñamos en cargar alguna cruz de la que con un poco de voluntad, aceptación y entereza, nos podamos liberar del dolor.

Se sufre una y otra y muchas veces más, sin llegar a entender, ni comprender ni a aceptar, que cuando se pierde algo o a alguien, tenemos que seguir adelante por nuestro propio bienestar y más aún, por el bienestar de quienes nos rodean.

Caemos en el charco de la auto-compasión y nos sumergimos en el desamparo emocional, aún en contra de la corriente. No somos o no queremos ser fuertes para volver a emerger en tierra firme y levantarnos del dolor para demostrarle a ese amor, a nosotras mismas y al mundo entero, que somos capaces de cambiar perspectivas de vida y hasta de caminar con visión propia hacia el futuro porque somos fuertes, porque queremos y podemos hacerlo.

¿Por qué no resignarse con altivez y pensar que si con nosotras no pudo ser feliz, lo será con alguien más? ¿Por qué no darle la oportunidad de encontrar la dicha con otra persona? ¿Por qué nos oponemos a que por lo menos él sea feliz con quien lo desee? ¿Será que queremos disfrazar a nuestro amor de santo y mártir? Eso también se llama: Conmiseración.

¿Por qué no vestir nuestro amor con ropajes de dignidad?… si después de todo, el amor… el verdadero amor, también es renunciación. No podemos darnos el lujo de coincibir, ni siquiera la idea de que ese alguien alguna vez nos arrancó el corazón, o los más bellos sueños convertidos ahora en toda una pesadilla. Si la mente no puede asimilar ni parir la idea de que nos hayan mentido, cuando nos juraron amor eterno, y entre más se piensa, más se llora, más se sufre y más se espera lo que ya nunca ha de regresar.

El dolor nos entume el corazón, nos vampiriza toditas las fuerzas, nos ciega la razón, convirtiéndonos en mujeres incapaces de entender el proceso de nuestra recuperación emocional, nos volvemos injustas con nosotras mismas, ineptas, hasta para poder “perdonar la infidelidad”, el daño psicológico que nos causaron, y hasta el abuso físico. No queremos trascender en el alma todo ese infierno que nos dejaron, pedimos a gritos que regrese, y yo me pregunto: ¿Para qué queremos que regrese? ¿Para seguir sufriendo? ¿Para seguir dudando?, si al rompernos el corazón y asesinarnos los sentimientos, también mataron nuestra confianza, nuestro respeto, ¡Se perdió todo… menos la vida!, y esa sí que no es recuperable.

Pero cuando vemos que ese hombre que tanto nos lastimó, encima nos dejó, se fue, se llevó todo como un ladrón, lo perdimos a él con todo lo que dimos de buena fe, se fue amigas, fue él quien dejo el nido vacío, dejó un espacio libre en la casa, en la mesa, en la cama. Y no podemos, no queremos entenderlo y mucho menos aceptarlo.

¿Por qué no queremos soltarlo y dejarlo ir?…. ¡Si ya se fue!.. ya no está, ya nos abandonó, ¿Qué estamos haciendo entonces nosotras? ¿Debemos aplaudirle su obra? ¿Seguirle rindiendo pleitesía por todo el arsenal de traumas que nos dejó? ¿Tenemos forzosamente que llorar eternamente sobre el cadáver de ese amor?

¡UN MOMENTO!… ¡ALTO ALLI!… Pongamos aquí y ahora las cosas en claro.

Empecemos por abrir los ojos y respirar profundo, por que es urgente limpiar toditas las paredes del corazón. Y ese trabajo lo tenemos que empezar primero estando bien con nosotras mismas.

¿Que hay dolor, coraje, impotencia, rabia, resentimientos y ganas de vengarse? SI; todo eso nos está matando, ¿pero vamos a permitirlo?

¡DEFINITIVAMENTE… YA NO… GRACIAS!

Cuando logramos limpiar nuestro corazón de los rencores que se han acumulado a través de los años, a través de los malos tratos y traiciones, vamos a sacar el coraje que por mucho tiempo ha estado agazapado. Dejemos que ese coraje que cada una de nosotras tenemos, sea la escoba para barrer también los pisos del corazón, para sacar esa basura, esas hojas secas del alma, esas espinas, y pare de sangrar.

Necesitamos ese orgullo de mujer, necesitamos ese coraje para alcanzar la paz, porque amigas mías, si no hay coraje con entendimiento, no podremos alcanzar la paz, la serenidad y mucho menos podremos perdonar y dejarlo ir en paz. Ese entendimiento con dolor en pellejo propio, es el cauce del camino, el tránsito que nos lleva directas a otorgar el perdón, y si parimos el perdón como un niño de oro en el corazón, (como dijo una amiga muy querida) nos evitamos seguir reciclando en lo mismo, porque al final, los resultados serán los mismos: No regresará y ojalá que le vaya bonito, como dice una canción de Vicente Fernández.

Es doloroso, -lo sabemos- es algo que con palabras humanas no se puede descifrar, pero mujeres, contéstense así mismas esta pregunta: ¿Qué hacemos con nuestros muertos? ¡Se llevan al cementerio!, ¿cierto?… ¿Por qué entonces nos empeñamos en cargar con el cadáver de un amor? ¿Por qué no lo enterramos en el cementerio de nuestros sentimientos?.

Vayámonos al funeral de ese gran amor, y vayámonos con pasos firmes al cementerio, ¡enterrémoslo! porque retener un recuerdo doloroso es un crimen moral contra sí mismas, algo contrario que tener que soportar con valor y entereza la muerte de lo que tiene que morir.

Aceptar con paz es el primer paso, ¡Ya el resto… segurito lo hará Dios! Dejemos pues que ese sentimiento que nos hace daño muera en paz, en lugar de conservar en nuestros brazos el cadáver putrefacto, enterrémosle, o se nos apestará en los brazos.

Mujeres: Démonos cuenta por favor, que nadie, absolutamente nadie más podrá darse cuenta de cuánto pesa el muerto y cuánto apesta, más que quien lo trae encima. ¿Por qué seguir respirando tanta toxina anímica?. Nadie, absolutamente nadie podrá hacer ese trabajo de dejarlo ir sino nosotras mismas, soltémosle, dejémoslo ir y descansar en paz.

Permitamos que al muerto lo envuelvan sus propias sombras, o éstas siempre nos acecharán. Pero si sabemos que son sólo sombras o fantasmas de un muerto, ¿qué daño nos pueden hacer? Hacen más daño los vivos que los pobres muertos.

Por lo tanto y ya para concluir, no dejemos que el dolor se quede congelado en las redes de nuestro tiempo, dejemos que se diluya en el recuerdo… y un día, sin que nos demos cuenta, ese amor del pasado, no nos dolerá más con lo que haga o deje de hacer. Conservemos limpio y vivo el templo de nuestro corazón, porque lo necesitamos limpio y puro para seguir amando.

Aquí tienen pues amigas del alma, EL MÁXIMO SECRETO para sanar el alma.“Soltemos el cadáver de un gran amor”, no nos sigamos nutriendo con esa peste que nos envenena el alma, que la llena de pensamientos tóxicos, contaminándonos el corazón, el alma, y de paso devaluándonos todo el resto de nuestra preciosa vida.

¿Qué nos vamos a tambalear? Sí mujeres, nos cegamos, nos embrutecemos, no sabemos por dónde empezar, pero hay otros amores: Nuestros hijos, nuestra familia, nuestros amigos, nuestro trabajo, nuestro entorno, y el amor a sí mismas. La lógica, el sentido común, el valor, la voluntad y la fe en Dios, son las herramientas convertidas en sentimientos vivos que nos dan la fuerza necesaria y nos dirigen hacia el camino de la verdad, que muchas veces teniéndola enfrente de las narices no la vemos o no queremos verla, y no hay peor ciego que aquél que no quiere ver.

Mujeres, “encontremos la pureza, la belleza oculta del dolor,” ¿Contradictorio? Claro que lo es, pero ¿Quién nos provoca ese dolor?, ese amor que se muere, ese amor que nos causa dolor, que entumece la razón, nos mutila en las noches de lágrimas silenciosas que no se atreven a veces a salir para seguir engañándonos a sí mismas, al no querer soltar ni dejar morir, lo que ya no tiene vida.

El alivio, la solución está en nosotras, porque si se fijan, hasta cuando se habla de las piedras del camino con los árboles, no se encuentran respuestas, porque éstos no hablan, éstos se beben nuestras lágrimas en silencio, porque es lo más que pueden hacer por nosotras.

Mujeres benditas: “No más luchas estériles”, no luchemos más por revivir lo que ya está muerto, no luchemos más por retener ese amor que ya está más que putrefacto. Recuperemos (eso sí), nuestra dignidad y nuestra divinidad, nuestro amor propio, nuestra autoestima, somos valientes, somos bellas, y ningún amor… por muy amado e importante que haya sido, o siga siendo en nuestra vida, merece ser adorado después de muerto.

Dejemos pues que el cadáver de aquel amor descanse en paz, y un día podremos reir de esto que ahora nos hace llorar.

“Cuán heróico es el dolor por amor de una mujer… cuando ese dolor se saca con valor a secar a los rayos del sol para rescatar la dignidad” (palabras dichas por una mujer valiente y muy sabia)Y los resultados de ese heroísmo son nuestros, de nadie más, el mundo es nuestro, salgamos a conquistarlo con amor, con valor y con coraje.

Miremos al sol del nuevo día que nace, ¡Y vivámosle a plenitud!


Siempre de… y con ustedes:
Doral & Cautiva
p.d. (Del baúl de mis recuerdos)

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